La queja de diez segundos

La queja de diez segundos

 

Sabemos perfectamente que no conseguiremos nada quejándonos y sin embargo lo hacemos constantemente.

En el fútbol, por ejemplo, cuando el árbitro pita un penalti o expulsa a un jugador, de manera automática los jugadores del equipo perjudicado se quejan. Es casi imposible que el árbitro rectifique la decisión, y es bastante más probable que saque una tarjeta amarilla a los que protestan.

Cuando golpeamos el coche contra una columna de un parking subterráneo, inmediatamente lo primero que hacemos es quejarnos.

Cuando alguien nos hace una jugarreta, nos quejamos de lo que nos ha hecho y le maldecimos, aunque no nos pueda oír, aunque no sirva absolutamente de nada.

 

¿Por qué nos quejamos?

Quejarse sienta bien.

De hecho en algún estudio se ha demostrado que maldecir cuando te has hecho daño disminuye el dolor.

Quejarse es una reacción automática.

Posiblemente con un entrenamiento intenso podríamos aprender a no quejarnos. Pero la mayor parte de nosotros no tenemos ese entrenamiento y no estamos dispuestos a dedicar el tiempo necesario para aprender eso.

Desde pequeños hemos aprendido que quejándonos conseguimos nuestros objetivos. Mi hijo pequeño tiene dos años. Con esa edad, y sin apenas hablar, su poder es muy limitado. Casi cualquier cosa que quiere conseguir, la consigue quejándose. Se queja para conseguir comida, para beber agua, para que se le cambie el pañal, para conseguir compañía.

Quejarse es muchas veces una buena estrategia.

El principio del que “no llora no mama” es muchas veces muy cierto. Quejándose uno consigue atraer la atención de los demás a sus problemas. Eso tiene el coste de que produce una molestia, así que a veces puede ser perjudicial, pero otras veces produce un beneficio para el que se queja.

Quejarse soluciona algunos problemas.

La frase del principio no siempre es cierta, sí hay problemas que se solucionan quejándose. Pero no quejándose de cualquier manera. Sino quejándose de manera estratégica ante quien puede hacer algo.  Si voy a un hotel, y me asignan una habitación mala, ir a recepción a quejarme puede solucionar mi problema. De hecho posiblemente es la estrategia más inteligente.

Entonces hay que distinguir dos tipos de quejas: las quejas no dirigidas a solucionar un problema y las quejas que pretenden solucionar un problema. Las podríamos llamar quejas no intencionales y quejas intencionales.

Obviamente el que la queja sea intencionada no significa que vaya a solucionar el problema. Puede que vaya a recepción y no me hagan ni caso. O incluso puede que como me he quejado me intenten perjudicar de otra manera, como no permitiéndome dejar las maletas el último día en recepción. Pero es una queja intencional porque busca conseguir un objetivo.

 

Entonces ¿me quejo?: La queja de diez segundos.

Como no quejarse es casi imposible y además la queja intencional produce ciertos beneficios, propongo la idea de dedicar solo diez segundos a la queja. Solo eso. Después solo podremos seguir quejándonos si es una queja intencional con la que queremos conseguir algo. Y solo ante las personas que estén en disposición de solucionar nuestro problema.

En lugar de dedicar 10 segundos a tranquilizarnos, dedicamos diez segundos a soltar vapor, como una olla exprés que suelta lo que le sobra. Después, nos sentiremos mejor y será más fácil recobrar el control.

Este es el modelo que propongo.

La queja de diez segundos

 

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4 comentarios en «La queja de diez segundos»

  1. Me gusta la idea. Realmente parece un super-resumen del libro de Will Bowen sobre las quejas. También es interesante también analizar de dónde vienen las quejas. Lo único que hacen es meternos en un espiral de negatividad que no nos permite solucionar muy poco o nada.

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    • Pues no lo he leído. He leído sobre él y el reto de la pulsera morada. Lo que pasa es que también he leído algún autor que hacía el experimento y decía que guardarse las quejas dentro te genera una sensación muy negativa.
      Por eso no hablo de no quejarse, sino de limitar el tiempo en que uno se queja. Así no te quedas con ello dentro, pero tampoco te demoras allí.

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  2. Yo también entendía que es mejor utilizar 10 segundos para respirar y calmarse antes de soltar quejas y/o enfados. Tal vez podrías utilizar esos mismos 10 segundos para evaluar la factibilidad de resolver el problema o disgusto con una queja.
    Es una propuesta distinta a lo se suele aprender con libros de autoayuda y autocontrol.
    Mi mujer no para de quejarse todo el día… enfadarse 10 seg y desenfadarse, la verdad que para ella es un estilo de vida pero para mi es una fuente de negatividad.
    Tengo mis dudas de los efectos positivos que pueda traer.

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    • Bueno Mínimo creo que son dos temas distintos. Una cosa es que te tomes 10 segundos de queja y otra es que encuentres motivos de queja en todo. Ese es un problema diferente jejeje.
      Un abrazo y gracias por comentar.

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