A la gente le encanta ser corregida. El tigre de los dientes de sable.

Si quieres conocer la naturaleza humana, basta con que veas todos los episodios de los Simpsons.

Lo bueno de los Simpsons es que se pueden ver en dos niveles. Se pueden ver como unos simples dibujos animados, o se pueden ver como una crítica irónica a la sociedad occidental en general y americana en particular.

 

A la gente le encanta ser corregida.

 

En uno de esos episodios de los Simpsons, Lisa ( la hija pequeña) corrige al padre Homer en un error que ha cometido. ¿Qué hace el padre? El padre le da ( sin ser muy consciente de ello posiblemente) una lección. Si Lisa fuera capaz de seguirla, esa lección cambiaría su vida para mejor.

 

 

Me da la sensación ( por lo visto en episodios posteriores) que Lisa no aprende la lección.  Y yo tampoco. De todos los personajes de los Simpsons tengo un 75% de Lisa y un 25% de Homer ( o quizás más de Homer y me estoy intentando pintar bien)

Aunque no se aplicárme esa lección, sí que sé predicarla.

Así que escribiré algo bien destacado para no olvidarlo yo mismo, y confiando en que tú seas más sabio que yo y lo aprendas antes:

A la gente no le gusta ser corregida. A la gente no le gusta que le hagan sentir mal. A la gente le gusta que le hagan sentir bien. 

De hecho como se puede deducir de todo lo que dije en el curso gratuito de habilidades sociales a la gente le gusta que le digas lo que le hace sentir mejor, y le disgusta que le digas lo que le hace sentir peor.

 

La transferencia.

 

Cuando dices algo que agrada a la otra persona, esa persona se siente bien. Todos somos encantadores cuando nos sentimos bien, y especialmente con la persona que es la causa de que nos sintamos así.

Cuando dices a la otra persona algo negativo, la persona ( !oh que curioso!) se siente mal. Y con el mismo impulso con el que darían un golpe al mosquito que les ha picado, desean devolverte la molestia producida.

Nos atribuimos las buenas noticias a nosotros mismos ( “He aprobado el examen”) y las malas a los demás (“El profesor me ha suspendido”)

Si yo le digo a alguien algo positivo ( “qué guapo eres”) esa persona va a centrar su atención en sí misma. Se sentirá muy bien. Quizá a mí me caiga de rebote algún resto de la felicidad que sale de todos sus poros.

Sin embargo, si le digo a alguien algo negativo ( ” eres ruin”) la atención no va a estar centrada en sí mismo. Toda su artillería va a estar dirigida ( eludiendo su responsabilidad) a quien para él es el causante de esa molestia. Al mosquito que está picoteando de manera inmisericorde su piel.

 

El impulso del tigre corrector de dientes de sable.

 

Por: flickr.com/photos/brighton/1814428718/

 

Os presento al encantador tigre de dientes de sable. El corrector implacable. Está en su sofá, o en la silla delante de su teclado mirando la sabana africana llena de animales. Esperando inquieto que alguna gacela cometa un solo error. Entonces se lanza sin piedad sobre su presa. Y clava sus dientes afilados en la carne tierna y desprevenida de la gacela.

Normalmente el tigre no necesita matar. Le basta con ver que la gacela se aleja, cojeando y sangrante. El tigre está satisfecho. Siente que ha cumplido su misión de vigilar que el universo esté libre de fallos.

Todos sabemos en algún lugar de dentro de nosotros, que lanzarse como un tigre de dientes de sable a corregir no arregla nada. Que genera muchos más problemas de los que soluciona. Entonces ¿por qué lo hacemos?

 

¿Por qué ataca el tigre corrector de los dientes de sable?

 

El tigre de dientes de sable se dice a sí mismo que corrige a los demás porque quiere ver un universo libre de errores, o porque es muy estricto, o porque quiere que la gente aprenda. Es falso. Y lo sé porque me he engañado a mí mismo demasiadas veces con eso como para no saberlo.

El tigre de dientes de sable solo quiere sentirse mejor que los demás. Descubrir un error en otro demuestra tu superioridad de dos maneras: 1) tú no has cometido ese error, 2) tú has sido capaz de detectarlo.

Cada ataque del tigre es un pequeño bocado de reconocimiento de ego. Un pequeño chute de dopamina. Un dulce para nuestro mono interior ávido de sentirse mejor que los demás.

Pero no corras a condenarte por querer sentirte mejor que otros. Todos los animales luchan por ser mejores que los demás. Ninguna pseudofilosofía “new age” va a eliminar eso de ti. No es ni posible ni necesario.

El intentar estar por encima de los demás es un impulso primitivo que tenemos que aceptar. Un impulso parecido a la necesidad de azúcar. No vas a poder evitar desear comer un donut de chocolate.

Lo que sí puedes hacer es resistir el impulso. Luchar por callar a ese mono cada vez que pretenda abrir la boca. Eso sí puedes conseguirlo. Esa guerra sí que la puedes ganar.

¿Cómo puedes conseguirlo?

Me temo que si quieres saberlo tendrás que leer la entrada de manaña.

 

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4 comentarios en «A la gente le encanta ser corregida. El tigre de los dientes de sable.»

  1. Espléndido post Iván ( como todos los que estás escribiendo últimamente).
    Pero…
    Quieres decir que la emoción ( la fuerza o motivación) que realmente nos impulsa a corregir a otros es ese tigre? El ego? El deseo de quedar por encima de los demás?
    No estoy tan convencida de que esto sea así en todas las situaciones.
    Crees que eso es lo que siempre impulsa a un jefe corrigiendo a un empleado? A un padre corrigiendo a un hijo? A un maestro corrigiendo a un pupilo? A una amiga corrigiendo a otra amiga?
    No crees que en determinadas situaciones el deseo de quedar por encima no es la fuerza motivadora determinante?

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    • No me refiero a todas las correcciones. Me refiero a las correcciones donde nuestra tarea no ha sido solicitada ni está justificada por algo. A las correcciones que nacen de nuestro deseo de meter las narices donde no nos corresponde.

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  2. Totalmente de acuerdo con el post! pero me gustaría saber que hacer desde el otro lado de la barrera, cuando eres tú al que corrigen un fallo que tienes, cuando la gente se mete en tu vida aún siendo con toda su buena voluntad porque te aprecian, pero con el afán de quedar por encima como bien explicas en el post.
    Tengo 31 años y aún no soy capaz de saber contestar cuando alguien se mete en mi vida. sin yo haberlo pedido…quizá sea por inseguridad, inmadurez…un post sobre asertividad y caracter en estos casos!
    Gracias por el blog!! Me encanta y no sabes lo que me está ayudando!

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