Nadie tiene que saber cómo te sientes: el juego del adivino.

“En el coche comenzaron hablando tranquilamente, pero en algún momento la conversación giró por un callejón inadecuado. Luis se sintió herido, y Marta se ofendió por alguna cosa. Ahora llegan a casa. En el ascensor, todo está en silencio. Luis mira a Marta como sorprendido: “¿Te pasa algo?”. “Nada” dice Marta. Pero ese “nada” suena a todo, y a muchas cosas, y a cualquier cosa. Es un nada que suena a acertijo oscuro, a indignación y a adivinanza envenenada. Luis sabe que algo ocurre, pero ¿qué? Se abren las puertas del ascensor y los dos salen con cara seria. “

 

Las zonas minadas.

 

Todos tenemos cosas que nos duelen.  Cosas que nos duelen como a todo el mundo, pero también cosas que nos duelen más que a los demás.

Uno no soporta que le llamen tonto.

Otra no acepta que se dude de lo que dice.

El de más allá no soporta que le llamen perezoso.

Son nuestras zonas minadas. Las zonas en las que la piel es fina como una tela de seda. En que el corazón está en carne viva, y una pisada, cualquier pisada, puede hacer que todo estalle por los aires.

Las zonas minadas pueden parecer caprichos. Pero no lo son. Porque existen por algo que ha ocurrido en la vida de otra persona. Algo que quizá sea real o quizá imaginado. No importa, porque cuando algo se imagina con mucha fuerza acaba pareciendo real.

 

Por: flickr.com/photos/tracyhunter/3752318878/

¿Qué hacer con las zonas minadas?

No estoy diciendo que esas zonas minadas deban mantenerse siempre. Una de las maneras más obvias en que cualquier persona puede mejorar es eliminar las zonas minadas, suavizándolas poco  a poco hasta que se acaben fundiendo con el paisaje.

Pero cambiar no es fácil, y mucho menos inmediato. Aunque quieras cambiar, es muy probable que tardes bastante tiempo en hacerlo.

¿Y mientras tanto? Mientras tanto deberías hacer saber a quienes te rodean cuáles son tus zonas minadas.

 

Por: flickr.com/photos/56624456@N00/3118400365/
Voy a adivinar lo que significa ese “Nada” que te pasa.

El juego del adivino.

Lo que no puedes pretender es que nadie adivine dónde tienes las minas. Si te limitas a esperar que la otra persona descubra dónde están, te sentirás necesariamente desilusionado. Aún no conozco a nadie capaz de ganar de forma consistente en el juego del adivino. Y tú tampoco conoces a nadie.

Expresa como te sientes. A ser posible hazlo en detalle y cuando las aguas estén tranquilas.

Pero expresarlo sin más no basta, nadie es capaz de meterse en los sentimientos de otra persona chasqueando los dedos si no ha sentido algo igual. Nadie es capaz de saber lo que se siente estando en tu piel.

Si es una persona que te importe mucho, has de ir más allá. Has de buscar metáforas, has de explicar los sentimientos y tus sensaciones corporales. Y has de enraizar tu sentimiento en historia. Has de contar porqué crees que has llegado a sentir eso, contar el camino que has recorrido para ser quien eres ahora.

Y puesto a pensar en lo que sería ideal, tratándose de alguien especial, lo ideal sería que afrontéis juntos esa zona minada y que los dos asumáis un compromiso:

Tú el compromiso de contar cómo te sientes y porqué y de poner todo de tu parte para mejorar.

Y la otra persona el compromiso de ayudarte a encontrar soluciones. Y mientras se encuentran, el compromiso de tener cuidado de dónde pone los pies.

No queremos que salte la mina.

 

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