Por qué no importa si alguien dice que es feliz

El investigador se acerca a una mujer de mediana edad. Sabe que está allí para responder unas preguntas para una investigación, pero no sabe cuál será.

¿Es usted feliz? – le pregunta.

Ella se lo piensa y abre la boca para responder.

Pero su respuesta no importa, no importa absolutamente nada.

Lo que diga tiene muy poca relación con la verdad.

 

Por: flickr.com/photos/zedzap/15750747292/

¿Por qué?

Para que alguien nos pueda transmitir una información útil sobre sí mismo son necesarias tres circunstancias:

  1. Que aquello de lo que se trata de informar sea medible de forma objetiva.

Yo puedo responder a la pregunta de cuánto mido. Porque puedo tomar un metro y medirme. Y si mañana lo vuelvo a hacer, mi altura seguirá siendo la misma. Es una medición objetiva.

La felicidad sin embargo no se puede medir de manera objetiva. Solo se puede estimar, pero no medir objetivamente.

  1. Que aquello de lo que se trata de informar se pueda medir de forma absoluta.

 

Si alguien me pregunta si soy moreno o no, yo puedo medirlo de forma absoluta. O soy moreno o no soy moreno. No depende de lo rubios que sean los demás.

Si la pregunta es si soy alto, la respuesta no puede ser absoluta sino relativa. La respuesta no depende solo de lo que yo conozco (mi altura) sino de lo que imagino de los demás.

La felicidad es relativa. Que yo me considere feliz depende fundamentalmente de cuánta felicidad considere que tienen los demás.

  1. Que esa persona quiera decir la verdad.

Incluso si la información es medible de forma objetiva y absoluta, aun es necesario que esa persona quiera decir la verdad. Me pueden preguntar si tengo un coche, y esa información es medible y absoluta, o lo tengo o no lo tengo, tengan los demás 3 coches cada uno o no tengan ninguno. Pero puede que no quiera decir la verdad. Puedo no tener coche y pretender hacer creer que sí, o puedo tenerlo y no querer que se sepa.

 

La felicidad no es medible de manera objetiva, ni absoluta, ni tenemos la certeza de que la persona que nos responda nos esté diciendo la verdad. Por todo eso, el valor que le podemos dar a lo que alguien diga sobre su felicidad es cero o muy cercano a cero.

 

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