Detente un segundo.
Respira.
Pon la mano sobre la parte izquierda de tu pecho. En la mayor parte de los casos, allí tiene que haber un corazón.
Guarda silencio, y escucha los latidos.
Tic, Tac. Tic, tac.
Es cómo si tuvieras un pequeño reloj.
Neil Armstrong fue el primer hombre que llegó a la luna. Pero además de llegar a la luna dejó citas como esta:
“Creo que cada ser humano tiene un número finito de latidos, y no tengo ninguna intención de desperdiciar ninguno de los míos”.
Con intención o sin intención, todos desperdiciamos muchos latidos. Los lanzamos al aire de manera indiferente. Creemos erróneamente que “matamos el tiempo” cuando lo único que hacemos es morir lentamente.
¿Cuántos latidos te quedan?
Tic, tac.
Tu corazón no deja de latir.
El tiempo no deja de pasar.
Serás anciano y pensarás que parecía ayer cuando eras solo un niño.
Tic, tac.
No puedes evitar que pase el tiempo.
Pero sí puedes evitar que pase en vano.