“Escucho y olvido, veo y recuerdo”. Proverbio chino.
Ah, los chinos. Cuanta sabiduría guardan en sus proverbios y en sus galletas de la suerte. Resulta que en ese dicho también tenían razón. Parece que es mucho más fácil recordar lo que escuchamos que recordar lo que vemos.
En un reciente estudio (Begelo & Poremba, 2014) , se ha comprobado la memoria de diversas personas haciéndoles escuchar diversos sonidos ( como el de perros ladrando), mostrándoles fotos y vídeos ( como de partidos de baloncesto) y dándoles cosas para que las tocaran sin verlas ( concretamente una jarra).
¿Cuál fue el resultado?. El recuerdo, tanto a corto plazo ( una hora) como en un plazo más largo ( una semana) fue el mismo para lo que se había visto o tocado, pero considerablemente peor para lo que solo se había oído. Esto coincide con el resultado de experimentos realizados en monos, que también recuerdan peor lo que oyen que lo que ven o tocan.
Parece que los canales del cerebro para el recuerdo pueden ser diferentes según se trate de información auditiva o de información visual o táctil.
Consecuencias:
Quizá no te deberías extrañar demasiado si te equivocas al recordar lo que alguien dijo. Y quizá sea lógico que para recordar mejor algo intentes recibir la información por un canal visual antes que auditivo. Aunque posiblemente lo mejor sería que el aprendizaje sea lo más global posible, porque al recibir la información por canales distintos se asegura mejor el recuerdo.
Por eso Benjamin Franklin recogiendo el testigo de la sabiduría oriental dijo:
“Dime y olvido, enséñame y puede que recuerde, involúcrame y aprenderé”.