Cuando iba al colegio, recuerdo que era una costumbre extremadamente habitual entre los alumnos decir que no habían estudiado para el examen que tocara. O a veces decir que habían estudiado solamente en el autobús mientras venían. La mayor parte de las que decían eso, después salían del examen dando saltos de alegría y diciendo algo como: “!Qué suerte he tenido, me ha caído la única pregunta que me sabía”.
Habrá quien atribuya ese extraño fenómeno a una especie de habilidad de los alumnos en cuestión para leer la mente del profesor al poner el examen. Yo lo atribuyo a un doble deseo:
1) el de no pertenecer al grupo de los mal llamados empollones ( mal llamados porque yo lo era claro) . De aquellos que se identificaban por dedicarse en el colegio a estudiar, y que normalmente tenían pocas habilidades sociales. El que las personas que más cumplen con lo que se pretende del sistema sean los parias del mismo es una paradoja muy digna de estudio.
2) y lo que aquí nos interesa, y que está muy relacionado con el deseo anterior, protegerse ante una eventual pérdida de estatus.
La pérdida de estatus.
En la sociedad actual el estatus, la posición relativa que tenemos en la sociedad, es importante. Pero en las sociedades primitivas el estatus era mucho más importante todavía. Perder estatus podía significar tener en el grupo una posición inferior, con lo que eso significaba de menor acceso a los recursos o incluso ser expulsado del grupo lo que podía significar la muerte.
El estatus se ha aumentado siempre consiguiendo unos resultados favorables ( por ejemplo cazando más o venciendo en una guerra a los vecinos), y se ha disminuido obteniendo unos resultados que disten de ser óptimos.
Los resultados son inciertos
¿Cuál es el problema?
El problema es que nadie puede estar seguro de cuales serán los resultados que conseguirá. Así que siempre existirá una incertidumbre, y con esa incertidumbre un riesgo para el estatus.
La valoración del resultado resulta de restar al resultado que se esperaba el resultado que se ha conseguido.
Es por tanto fácil hacer un resultado menos malo, esperando un resultado peor.
Si las cosas salen mal, no será un resultado tan malo, y si por el contrario salen bien, el resultado será aún mejor, porque está mucho más por encima de las expectativas. Así que esa estrategia parece que puede servir para proteger el estatus de los golpes que los malos resultados puedan producir.
Ejemplos de esa conducta
Cada día vemos ejemplos de esa forma de plantearse las cosas. Blogueros que dicen que no les importa si su página tiene visitas o comentarios. Escritores que dicen que escriben solo para sí mismos. Concursantes de televisión desechados que dicen que no les importa haber sido eliminados. Twitteros que dicen que no quieren más seguidores. Amantes despechados que dicen que en realidad no tenían tanto interés en la otra persona.
A todos nos importan los resultados. Todos tenemos el deseo de conseguir cosas cada vez mejores. Está en nuestra naturaleza. Es lo que somos.
Claro que sería posible llegar mediante un entrenamiento intenso a separarse de esa necesidad, y convertirlo en un mero deseo. Incluso es teóricamente posible que pueda dejar de ser un deseo. Seguro que hay algún monje en algún lugar de Asia ( tiene que ser Asia claro) que lo haya conseguido.
Pero la gran mayoría de la gente no es así. ¿Para qué empeñarse en negarlo?. Es una mentira tan burda que no será capaz de caminar más de un par de pasos sin caer redonda al suelo.
Admite tus deseos. Si escribes es para ser leído. Todos queremos tener más visitas en el blog. Si twitteas es para que alguien te lea. Si intentas conseguir un resultado no niegues tu intención. Lo que quieres es lo que te da la fuerza. Y no te preocupes por si fallas. Ya volverás a intentarlo, y si lo intentas lo suficiente, muy probablemente lo conseguirás.
Y si por alguna circunstancia de la vida no consiguieras lo que te propones recuerda:
No has de arrepentirte de lo que has intentado y no conseguido, sino de lo has querido y no has intentado
— Ivan Entusiasmado (@Entusiasmadocom) October 5, 2013
Son curiosos los juegos mentales estratégicos que jugamos con nosotros mismos.
Una forma de expresar tu ecuación es que decir que no te esfuerzas o que no te interesa un cierto resultado son todo ventajas para el ego o la autoestima:
1º Si fallas, es porque no te interesaba y no te has puesto a ello. No pasa nada con tu talento o valor personal, queda incólume.
2º Si logras lo que dices no querer o logras aquello en lo que no te has esforzado mucho (sacar buenas notas), logras la aureola de genio o al menos de tipo con talento natural: logras mucho casi sin despeinarte.
Esta estrategia tiene mucho atractivo para quien cree en una teoría de la inteligencia fija (fixed mindset de Carol Dweck).
Para alguien que cree en una teoría dinámica de la inteligencia (growing mindset), pierde su atractivo.
Es cierto homominimus, pero tú sabes que la gran mayoría de la gente tiene/tenemos una teoría de la inteligencia fija. Y sólo con entrenamiento y esfuerzo se llega a cambiar la mentalidad para adquirir una mentalidad de crecimiento. Por eso la ecuación es tan válida para la gran mayoría de la gente, aunque desde luego tenga efectos lamentables.
Un saludo.
Pues yo si quiero mis visitas y mis comentarios, y claro que miro las estadísticas para ver si gusta o no gusta, si leen o no leen, si quieren más o no…porque si no, para qué otra cosa publicaría?? es lógico y tienes toda la razón…De acuerdo también que obsesionarse o que tu felicidad dependa de ello no, pero no lo neguemos…a todos nos gusta gustar…
Escribir tus deseos es como tener la mente abierta a nuevas ideas, tener un cuaderno por las noches y trabajar los sueños, el sueño consciente de todo se pude hacer realidad
Es bueno reconocer lo que deseas, y no negarlo. Afrontar la realidad de lo que eres y lo que quieres.