¿Te has preguntado alguna vez por qué haces lo que haces?

No me refiero solo a las cosas grandes. A porqué has escogido el trabajo que tienes, a porqué estás con tu pareja. Me refiero a las pequeñas cosas que forman parte de la vida.

Lavarte los dientes, llamar por teléfono a tus padres, estudiar, abrazar a tu hijo, comer una ensalada, salir a caminar.

En sí mismas, ninguna de esas cosas tiene nada de especial.

El porqué de las cosas.

Como ya he mencionado en otras ocasiones, cada acción que realizas es un paso hacia tu futuro.  Así que cada vez que haces algo, por mínimo que sea estás creando tu futuro.

¿Y cuál es el futuro que quieres crear?

Reflexionando sobre eso en mi búsqueda de la confianza, he llegado a la conclusión de que quiero imaginarme mi yo futuro.  Quiero saber como deseo ser en cada campo de la vida.

Una vez que sé dónde quiero llegar, que tengo claro como es mi yo ideal, cada acción en el presente puede enlazarse con una de esas características.  Las acciones individuales ya no son simplemente algo que hago, sino algo que hago con una finalidad.

Si doy un paseo a mi hijo, es algo más que un paseo, es un paso hacia cumplir mi objetivo de “ser un padre que se ocupa de ayudar al desarrollo de su hijo”.

Si escribo una entrada en el blog, es algo más que una entrada, es un paso hacia el objetivo de “ser un buen escritor de no ficción”.

Incluso hay cosas que cumplen varios objetivos. Si estoy jugando al fútbol, eso cumple el objetivo de salud de “mantenerme en la mejor forma física posible”, cumple el objetivo social de “tener una amplia red de contactos” y cumple el objetivo de “disfrutar de las cosas buenas de la vida”.

Cada acción que tiene un porqué es una acción que realizas con más energía, con más motivación. Y eso es precisamente de lo que se trata, de conseguir que cada pequeña cosa que realices, sea una pequeña muestra de lo que quieres ser, y un paso hacia el futuro que deseas.