Este año he notado una cosa muy curiosa al entrar en la piscina en los días más fríos.
Antes, cada vez que entraba en el agua en un día así, estaba un rato metiendo el pie y comprobando la temperatura del agua. Ahora no. Ahora entro directamente en la piscina, sin plantearme la temperatura del agua ni hacer paradas.
Quizá te pueda parecer una estupidez. Y puede que en parte lo sea. Pero esa situación tan simple me hace darme cuenta de lo que pasa en otras situaciones más complicadas.
Cómo no entrar en una piscina.
Analicemos lo que hacía antes. Miraba la piscina. Me preguntaba “¿estará el agua fría?”. Respondía ( mentalmente) algo. Metía un pie. Me preguntaba “Está fría el agua que noto con mi pie?” Me respondía algo. Me metía hasta la cintura. Me preguntaba “¿Estoy notando mucho frío?” Me respondía. Me metía entero en el agua. Me preguntaba “¿Cómo me siento?”. Me respondía.
El esquema es sencillo: es situación–pregunta—respuesta.
Cada pregunta abre la puerta a una respuesta. Y cada respuesta puede ser decidida, o puede estar llena de dudas.
La cosa está clara. es la pregunta la que crea el espacio para que la duda lo invada todo. La pregunta abre la puerta a la duda.
¿Qué es una pregunta?
Es muy curioso el origen del símbolo de interrogación. En realidad viene de la palabra latina “quaestio” ( cuestión). Es la misma que ha dado origen a la palabra cuestionar o cuestionarse. Cada pregunta pone algo en duda. Cada pregunta está minando tu seguridad en ti mismo, está alejándote de la confianza.
¿Por qué nos hacemos preguntas?
La respuesta a “¿Por qué hacemos eso?” es casi siempre: “porque es lo que hemos aprendido a hacer”.
— Ivan Entusiasmado (@Entusiasmadocom) September 28, 2014
Nos hacemos preguntas porque estamos acostumbrados a dudar de todo lo que hacemos.
Para evitar hacernos preguntas, hemos de hacer lo mismo que con las malas hierbas. Cuando las veamos las hemos de arrancar, y cuando las volvamos a ver las volvemos a arrancar de raíz. Así, cada vez saldrán más débiles.
En el caso de la piscina, me había acostumbrado al frío con el reto de la ducha fría ( aún por publicar) del muy recomendable curso de perserverancia de Homominimus. Y viendo documentales de entrenamientos de cuerpos especiales americanos me he dado cuenta de lo ridículo de mis preguntas acerca del agua fría. Da igual que esté fría. Ahora cada vez que entro en el agua fría, no pienso en si me sentiré incómodo. Pienso en lo orgulloso que estoy de entrar en el agua fría. Pienso en que soy un valiente. Me imagino que soy un duro SEAL realizando una misión en el Mar del Norte.
En ocasiones noto aún, como la sombra de un fantasma que se resiste a desaparecer, como un eco, una débil pregunta “¿Esta fría?…”. Como si fuera la aplicación defectuosa de un “smartphone”, con un leve gesto hago que desaparezca de mi vista. No hay lugar para las preguntas.
Las preguntas y las fases.
Quiero aclararte una cosa. No estoy en contra de todas las preguntas. Pero en las cosas que hacemos hay dos fases:
La fase de creación o de planificación. En esta fase hemos de plantearnos todo lo que puede ir bien o mal. Hemos de hacernos preguntas y hemos de responderlas.
La fase de ejecución. En esta fase, el qué hacer ya está decidido. Solo es cuestión de llevarlo a cabo. Aquí es donde no tienen hueco alguno las preguntas.
En ocasiones, durante la fase de ejecución, se plantean problemas inesperados. Si no has creado previamente alguna regla que lo solucione, has de volver al modo de planificación durante unos breves momentos.
Las reglas ( como vimos en el capítulo anterior )cierran la fase de creación y abren la de ejecución. Hacen que no sea necesario pensar ni plantearse nada. Y por eso si tienes unas reglas claras, es más complicado que surjan preguntas y por tanto dudas.
Las preguntas cumplen una función, pero en una fase determinada. En la fase de ejecución las preguntas no son bienvenidas.
De todo lo visto en esta entrada, extraigo una conclusión, que convierto en una regla. La regla de las preguntas creativas.
Regla de las preguntas creativas.
Las preguntas solo se admiten en la fase de creación y no en la de ejecución.
Esta entrada forma parte de la búsqueda de la confianza plena.
Y yo me pregunto: ¿Cómo vuelves al modo ejecución cuando caes en el modo “confort” o modo vagancia absoluta? No sé ni dónde tengo mi cuaderno de tormentas desde hace más de una semana… No te digo más…:)
¿Algún truco, regla o similar?
Gracias…
Un abrazo
Lo pensaré y haré un post sobre ello.
¿Sí? a ver… porque me he convertido en “Procrastineitor” y mi cuaderno de tormentas está más seco que la mojama…
¿Escuchaste el podcast que hicimos @homominimus y yo en Satoritime.com sobre la procastrinación?
No! Ese no lo escuché. Mañana sin falta… Jeje
Mañana…
Procrastinadora…. jajaja.
Primero me encanta tu estilo, casi sentí el agua de la alberca y yo no se nadar, jejeje, creo que hay cosas cotidianas que definitivamente se deben hacer sin preguntas que solo nos detienen y entretienen. Un saludo
un saludo Gaby.
Procastination!
Lo he escuchado. Muy interesante. Qué bien os lo pasáis eh?. Vaya par de dos. Me ha gustado. Muy útil, la verdad. Ahora solo tengo que arrancarme esa culpa por llevar casi dos semanas procrastina que te procrastina y limpiarme la cabeza de tareas pendientes estresantes.
Y retomando el tema de la confianza y la seguridad sabes de qué me he dado cuenta hoy Iván? De que necesito como los niños pequeños una rutina. A los niños, dicen los entendidos, les da seguridad saber qué es lo que viene después, qué van a hacer después de desayunar, después de ir al cole… Establecer un orden y una rutina de horarios. Mi vida se ha desordenado un poco y necesito eso: rutina. Parece una tontería pero creo que no lo es.
Mañana empiezo jajja ( como Felipe)
Un abrazo desde Procrastinalandia 🙂
No es ninguna rutina Diana. De hecho por eso a veces los días festivos nos descuadran tanto, porque no hay una estructura. Y que sepas que tengo programada para dentro de unos días una entrada sobre la pereza. Para que veas que me preocupo por los problemas de los lectores.
Saludos a Felipe. Me encantaba.
El otro día fui a casa de mis padres y encontré la carpeta que llevaba al colegio en la E.G.B ( buff ha llovido desde aquello ¿eh?) y , es curioso jeje pero en la portada llevaba una viñeta de Mafalda impresa en grande que no puedes imaginar cuál era… Aquella en la que Felipe colgaba en su dormitorio un cartel que decía: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” y luego le decía a Mafalda:¡ “Desde mañana mismo empiezo”!
Ya ves…Procrastinando desde jovencita…
Se agradece que escribas sobre la pereza. Espero haber puesto en práctica para entonces los trucos de vuestro podcast ( pomodoros incluidos, de esos que taaanto te gustan :))
Sí, sí, con pomodoros o sin ellos has de volver a la acción. No hay excusas.
Como decían en “Karate Kid”: Sí Sensei!!!!
No existe la derrota en este dojo!! 😉
Claro que no. Y si existe nos la cargamos.