“La fuera de voluntad es la clave para el éxito. La gente exitosa se esfuerza, sientan lo que sienta, para sobreponerse a la apatía, la duda y el miedo”.Dan Millman
Hubo un tiempo en que la fuerza de voluntad tenía muy buena prensa. Todo lo que merecía la pena se hacía por fuerza de voluntad. Estudiar, trabajar. La vida era más dura en esas épocas. Y el principio de autoridad era esencial en la sociedad.
Después vinieron los años 60. La autoridad se cuestionó. No se trataba de sobrevivir, sino de disfrutar la vida. Al igual que el individuo no debía obedecer a la autoridad, tampoco el cuerpo debía obedecer a la fuerza de voluntad. La fuerza de voluntad pasó a tener una reputación de ser algo opresivo y forzado.
Pero la historia es un constante péndulo que lleva de un exceso a otro exceso sin detenerse casi nunca en el justo término medio. Los excesos de la falta de autoridad se observan en una legión de personas sin disciplina y sin deseo de mejorar. Disfrutar de los placeres de la vida, pasado un tiempo, acaba también aburriendo.
Así que de nuevo, poco a poco, se va poniendo de moda el esfuerzo. Y se vuelve a hablar de fuerza de voluntad.
La fuerza de voluntad ¿qué es y de qué sirve?
La fuerza de voluntad es para mí aquella energía que nos permite realizar alguna acción o dejar de realizarla, cuando los motivos para ello no son suficientes para vencer a los motivos contrarios.
Para entender esa definición hemos de recordar el la ley del balancín y su aplicación que vimos en la entrada anterior a esta.
Cada vez que deseas hacer o no hacer algo hay una lucha. Por un lado están los motivos para actuar así, y por otro lado los motivos para actuar de forma diferente. Es como si fuera el balancín de unos niños. Quién consiga hacer más fuerza, es quien lleva el balancín hacia el suelo.
Vimos en la entrada anterior el ejemplo de la tendencia a corregir a los demás. El motivo de sentirse por encima de otros, vencía al motivo de no molestar a los demás. Y el resultado es que corregíamos a la otra persona aún sabiendo que no era una buena idea para nuestros intereses a largo plazo.
Eso mismo podría ocurrir si queremos no comernos una onza de chocolate. En ese caso, en el balancín habría una lucha entre el motivo de disfrutar del chocolate y por otro el deseo de no engordar.
Podría parecerte que el no engordar es mucho más importante que la onza de chocolate. Pero hay un problema. La onza de chocolate es ahora. El no engordar es una consecuencia que se producirá en el futuro.
En la balanza de la motivación los motivos pierden importancia cuanto más se alejen del presente, y cuanto más se alejen de nuestra persona.
Por eso, en una mente sin entrenar casi siempre vence el chocolate.
¿Cómo se puede conseguir que esos motivos futuros venzan a las consideraciones del presente?
Hay dos maneras:
– Consiguiendo cambiar ( como vimos en la entrada anterior) la motivación futura por una motivación presente.
– Usando la fuerza de voluntad.
La fuerza de voluntad. ¿De qué no sirve?
Quiero que imagines la fuerza de voluntad como si fuera la energía física de tu cuerpo. Es limitada. Usarla no es malo, porque de hecho cuanto más la uses más energía tendrás en el futuro ( más en forma estarás). Sin embargo no la puedes usar de manera indiscriminada.
Podrías ir corriendo hasta tu trabajo, pero entonces cuando llegaras ya no tendrías energía para nada más. Podrías subir hasta la octava planta sin usar el ascensor, pero entonces quizá estarías muy cansado para limpiar tu habitación.
La fuerza de voluntad es un recurso escaso. Tienes que elegir bien cómo la usas. Y deberías usarlo puntualmente en momentos en que no haya más remedio, pero no deberías hacer que tu comportamiento dependa siempre de la voluntad.
Por otro lado sabemos que los principios son duros. Es más duro tirarse a una piscina de agua fría que continuar nadando en esa misma piscina. Es más duro comenzar a ir al gimnasio, que seguir yendo las semanas posteriores. Por eso la fuerza de voluntad puede tener una función importante a la hora de comenzar algún hábito nuevo, pero debería ir desapareciendo progresivamente y siendo sustituida por una adecuada gestión de las motivaciones.