Tenía un amigo que era muy detallista. Se acordaba de los cumpleaños, de las cosas que le comentabas, de traerte algún detalle cuando se iba de viaje. Un día me pidió que le hiciera una foto. Yo tomé su cámara y se le hice . No me llevó mucho tiempo, quizá unos cinco segundos en total. El cogió la cámara, la miró y me dijo: “No has hecho bien la foto. Ha salido una pareja detrás”. Miré la pantalla de la cámara. Sí, era cierto, había salido la pareja detrás. “Es verdad”, le confesé. “Te hago otra si quieres”.
Me miró como si acabara de matar a la madre de Bambi. “No, déjalo, ya veo que no te tomas interés en hacer las fotos”.
Hay un problema con lo que hacemos bien. Creemos que como nosotros hacemos algo de una forma, eso nos da derecho a reclamar de otras personas que lo hagan igual. Y si no lo hacen, nos enfadamos.
Somos ordenados y esperamos que las demás personas lo sean.
Llegamos sin un minuto de retraso y esperamos que los demás sean igual de puntuales.
Nos acordamos de los nombres de los hijos de nuestros compañeros de trabajo y esperamos que ellos se acuerden también.
En otro post vimos que la ley del espejo nos dice que detestamos ver reflejados nuestros defectos en los demás. Si somos incoherentes, detestamos que otras personas sean incoherentes.
La ley de la exigencia equivalente nos dice que detestamos no ver nuestras virtudes reflejadas en los otros.
Exigencia equivalente y ley de las expectativas
Esa ley de la exigencia equivalente no es sino una aplicación de la ley de las expectativas. Según la ley de las expectativas nuestra opinión del comportamiento de los demás no depende sólo de lo que hagan, sino que depende también de lo que nosotros esperábamos que hicieran.
Si cuando pides comida al restaurante chino siempre te traen de regalo una coca cola, el día que no te regalan una coca cola te sientes defraudado.
Si dos personas van al mismo hotel a pasar la noche y uno paga 200 euros por la habitación y el otro paga 50, es muy probable que la persona que ha pagado más sea más intransigente con los errores del hotel. Está esperando un servicio correspondiente al precio que ha pagado.
La ley de las expectativas produce en cuanto a las actuaciones positivas un efecto típico de la ley de los rendimientos decrecientes. Cuanto más haces una cosa buena, menos valor se le atribuye. Si todos los días le regalas a tu pareja una rosa, el valor subjetivo de esa rosa será cada vez más pequeño.
Y no solo eso, sino que el incumplimiento será tanto más grave cuanto más arraigada esté la expectativa. Si llevas 10 años llevándole rosas todos los días, el día que no lo hagas, sentirá que algo muy grave ha ocurrido.
En cuanto a los hechos negativos, el efecto de la ley de las expectativas no es tan claro. Si repites una conducta molesta, se producen dos efectos distintos:
- por un lado opera la ley de los rendimientos decrecientes. Cuanto más se repite una molestia, menos nos llama la atención.
- pero por otro lado opera la ley de la herida sobre la herida. Cuando algo que te irrita se repite, el efecto puede multiplicarse. Más de una pareja se ha roto porque el hombre no bajaba la tapa del baño o porque la mujer deja la plancha del pelo sobre la pila del baño. Una conducta que se repite nos puede molestar más y más hasta que llegamos a no soportarla.
De todo esto se pueden extraer dos lecciones. Una es que siempre has de tener en cuenta lo que la gente espera de ti, que será diferente según la persona. La otra es que no siempre es justo esperar que los demás se comporten exactamente igual que nos comportamos nosotros.