Vas caminando por una calle y ves a una persona con un aspecto desastrado, melena larga y muy sucia. Te cambias de acera.

Te toca un individuo con traje y corbata impecables en el asiento de al lado. Piensas que te vas a aburrir.

En ambos casos estás haciendo algo muy antiguo: tener un prejuicio. Y por otro lado estás cayendo en una de las muchas trampas de la mente: el sesgo de estereotipo. Este sesgo consiste en esperar que el miembro de un grupo tenga unas determinadas características sin tener información de ese individuo en concreto. 

Origen del sesgo de estereotipo.

“No prejuzgues a nadie” es uno de los mantras de la era del buen rollo. Y sin embargo, como tantos otros mantras,  desconoce la naturaleza del ser humano y de los animales en general. El juicio razonado y sensato es un privilegio del mundo civilizado. De ese mundo en el que casi nadie muere del mordisco de un animal salvaje.

En el mundo primitivo no había tiempo para razonamientos. Uno tenía que decidir si salir corriendo, saludar, luchar o hacerse el muerto en una décima de segundo. Después ya era tarde.

Investigaciones del sesgo de estereotipo.

Recientes estudios ( encabezados por Wijnand van Tilberg y Eric Igou)  demuestran la fuerza del sesgo de estereotipo

En un estudio los sujetos del experimento consideraron como más creativo a Van Gogh si habían sido informados antes de que se había cortado una oreja.

Las obras de un imaginario pintor islandés fueron juzgadas como más valiosas y creativas cuando se realizó una introducción mencionando que tenía un carácter excéntrico. Cuando la introducción se hizo contando que tenía un carácter normal, sus obras pasaron a valorarse menos.

Una foto surtió el mismo efecto que esa mención hablada. Si la foto era de un individuo con cabellos bastante largos, sin afeitar y vestido de una manera estrafalaria,  la valoración era mayor que si era de un individuo con aspecto normal.

Sin embargo cuando se sabe que la excentricidad es fingida la diferencia desaparece. En uno de los estudios se presentó a Lady Gaga con un vestido muy ajustado brillante y negro con una máscara. Con ese ( sugerente ) aspecto su obra fue más valorada que con un vestido negro ordinario. Todo cambió  al decirse a los  (inocentes) sujetos del experimento que se había vestido así por una cuestión de marketing ( ¿quién lo habría pensado?). Entonces la obra de Gaga dejó de considerarse mejor por estar así vestida.

Todos tenemos prejuicios. Es la manera en que funciona nuestra mente. Pero hemos de vigilar porque a veces esos prejuicios nos alejan mucho de la verdad.