Uno de los santos griales de la psicología es el cambio de creencias. Las creencias son la base del funcionamiento de nuestra mente y cambiarlas permitiría cambiar del todo como nuestra mente funciona.
Pero hay un problema. Es extremadamente difícil cambiar las creencias. Puedes usar las afirmaciones, pero si las afirmaciones son muy diferentes a las creencias que sostienes actualmente, el cambio será prácticamente imposible.
¿Por qué es tan difícil cambiar las creencias?
El problema de las creencias es que para nuestra mente no suelen ser creencias sino realidades.
El escritor Blair Warren pone un interesantísimo ejemplo sobre la dificultad de cambiar las creencias. Realiza el presente ejercicio.
¿Quién es el actual presidente de España ( enero de 2014)?
a) El pato Donald
b) Batman
c) Blacanieves
d) Mariano Rajoy.
No es difícil, aun para los lectores que no son españoles, descubrir que la respuesta correcta es la d). Incluso sin conocer el nombre las otras opciones son totalmente inverosímiles.
Ahora imagina que yo quiero que cambies esa creencia. Y te digo incluso que te daré 10000 euros ( o dólares que gano en el cambio) en el caso de que consigas creer que la respuesta es la a.
Puedes repetirte todas las mañanas delante del espejo “el pato Donald es el presidente de Gobierno de España”. Sin embargo nada de lo que hagas será capaz de convencerte y hacerte cambiar esa creencia.
Y quizá me respondas, “ Bueno pero es que la creencia de que el pato Donald es el presidente del gobierno es una creencia muy absurda”. Estamos totalmente de acuerdo. Pero también quizá para tu mente es absurda la idea de que eres una persona que atrae el dinero facilísimamente cuando te cuesta poder llegar a fin de mes. O la idea de que eres un imán atrayendo a la gente, cuando han pasado tres inviernos desde la última vez que saliste de tu cueva.
Para cambiar las creencias es necesario cambiar lentamente, de manera progresiva y gradual, de forma que tu cerebro no vea tu propósito y diga “¿pero qué me estás contando?”.
Parte de la psicología popular de la autoayuda está obsesionada por el cambio de creencias. La imagen, popularizada por la PNL y otras pseudociencias, es que somos ordenadores a los que cambias los programas y las creencias y cambia el comportamiento. La imagen es tosca, vale hasta un cierto y limitado punto, y creo que hace más mal que bien.
Las creencias, para empezar, no son programas, sino que son representaciones mentales del mundo. Si adoptas una posición epistemológica realista (no de realismo mágico), esas creencias son o verdaderas o falsas, o más o menos aproximadas a una realidad externa independiente de las mentes y por tanto de nuestros deseos.
Hay una visión pragmática de las creencias que tiene antecedentes en los filósofos americanos Dewey, Peirce y William James: para ellos las creencias, o el conocimiento en general, no está tanto en su correspondencia con una realidad subyacente –en su verdad–, como en su “utilidad”, o en la capacidad que tenga ese conocimiento de procurarnos nuestros fines. Se sustituye por tanto la noción de de verdad por la de utilidad en el ámbito del conocimiento.
Esta noción pragmática filosófica americana parece que ha inundado la psicología popular. Que nuestras creencias sean verdaderas o falsas no importa tanto como que sean útiles o nos hagan felices. Esto es muy peligroso porque entonces desconectamos nuestros deseos y nuestra acción de lo que es real; dicho de otro modo, si solo importa lo que es útil, entonces podemos creer en cualquier cosa que nos parezca “útil”; ya no hay restricciones lógicas o empíricas. Sin embargo, la verdad tiene una propiedad interesante y es que conocer la estructura del mundo, tener buenas teorías, es algo muy útil para orientar la acción en el mundo. La utilidad, por así decirlo, es un beneficio colateral de tener creencias verdaderas.
Por eso yo siempre pongo el énfasis no en creer tal o cual cosa que me dé fuerzas y me haga sentir confiado, sino en hacer un esfuerzo consciente por conocer cómo es la realidad y ajustar nuestras creencias lo más posible a esa realidad subyacente independiente de nuestros deseos o valores.
Para mí, todo el esfuerzo del cambio de creencias me parece mal encaminado. Yo creo que más que cambiar las creencias para que seamos felices es mejor desarrollar una idea reguladora o mecanismo regulador de las ideas que albergamos en nuestras mentes; para mí ese mecanismo regulador se llama Razón y tiene dos componentes básicos: experiencia (qué ocurre realmente) y coherencia lógica (grado de compatibilidad de las ideas entre sí).
Fascinante explicación Homo Minimus, me la apunto.