¿Por qué es tan difícil cambiar las creencias?

Por: flickr.com/photos/vinothchandar

 

Uno de los santos griales de la psicología es el cambio de creencias. Las creencias son la base del funcionamiento de nuestra mente y cambiarlas permitiría cambiar del todo como nuestra mente funciona.

Pero hay un problema. Es extremadamente difícil cambiar las creencias. Puedes usar las afirmaciones, pero si las afirmaciones son muy diferentes a las creencias que sostienes actualmente, el cambio será prácticamente imposible.

¿Por qué es tan difícil cambiar las creencias?   

El problema de las creencias es que para nuestra mente no suelen ser creencias sino realidades.

El escritor Blair Warren pone un interesantísimo ejemplo sobre la dificultad de cambiar las creencias. Realiza el presente ejercicio.

¿Quién es el actual presidente de España ( enero de 2014)?

a)      El pato Donald

b)      Batman

c)       Blacanieves

d)      Mariano Rajoy.

No es difícil, aun para los lectores que no son españoles, descubrir que la respuesta correcta es la d). Incluso sin conocer el nombre las otras opciones son totalmente inverosímiles.

Ahora imagina que yo quiero que cambies esa creencia. Y te digo incluso que te daré 10000 euros ( o dólares que gano en el cambio) en el caso de que consigas creer que la respuesta es la a.

Puedes repetirte todas las mañanas delante del espejo “el pato Donald es el presidente de Gobierno de España”. Sin embargo nada de lo que hagas será capaz de convencerte y hacerte cambiar esa creencia.

Y quizá me respondas, “ Bueno pero es que la creencia de que el pato Donald es el presidente del gobierno es una creencia muy absurda”. Estamos totalmente de acuerdo. Pero también quizá para tu mente es absurda la idea de que eres una persona que atrae el dinero facilísimamente cuando te cuesta poder llegar a fin de mes. O la idea de que eres un imán atrayendo a la gente, cuando han pasado tres inviernos desde la última vez que saliste de tu cueva.

Para cambiar las creencias es necesario cambiar lentamente, de manera progresiva y gradual, de forma que tu cerebro no vea tu propósito y diga “¿pero qué me estás contando?”.