Durante esta semana he estado practicando la autocompasión a la que me referí en el capítulo 9 del curso de relaciones sociales. Me he hecho consciente de la cantidad de ocasiones en la que soy duro conmigo mismo, y he visto lo bien que me siento cuando soy capaz de no castigarme por las cosas que me han salido mal.
A veces nos exigimos resultados cuando lo único que uno se debería exigir es la actitud y la lucha por las cosas que queremos. Y he comprobado que los efectos de la autocompasión son tan positivos que es necesario integrarla de alguna manera en mi rutina diaria.
Por eso he establecido, en la revisión del final del día, un pequeño ritual de autocompasión. En él simplemente me agradezco a mí mismo ( suena raro pero te recomiendo que lo pruebes) el esfuerzo que he hecho durante el día, y me disculpo por los errores que haya podido cometer. A la vez constato las ideas que puedo tener para evitar que los errores se repitan.
Sin embargo también soy consciente de que la autocompasión sola podría llevar a una excesiva relajación. Así, que para compensarla, he introducido en la mañana una pequeña arenga a mí mismo. Al leer la lista de cosas que hacer me hago un recordatorio de que ese día lo he de dar todo para conseguir lo que deseo, y también para disfrutar de la vida.
Pienso que con esos dos mínimos rituales puedo conseguir el equilibrio de buscar todos los días conseguir el máximo, pero sentirme a la vez bien en el caso de que no lo haga.
Tengo interés por saber qué forma tienes tú de ser compasivo contigo mismo. ¿Lo haces de alguna manera? ¿Y si es así te parece que existe el peligro de que eso te haga poco exigente al conseguir tus fines?. Estaré deseando saberlo.
Muy interesante este asunto, Iván, gracias por traerlo. Yo practico una breve visualización: me veo a mí misma como la niña de 4-5 años que fui (y eligo esas edades simplemente porque tengo en casa dos fotografías preciosas mías a esa edad, que me sirven de anclajes) y sé que esa niña (como todos los niños, como todos nosotros) lo hace siempre lo mejor que sabe y puede y que necesita tiempo y confianza para hacer más y mejor. ¡A mí me funciona! 🙂 Un abrazo.
Me parece una idea muy interesante Gloria. Yo era encantador con esa edad. Luego tuve aspecto de pequeño delincuente. Después me quedé en algo intermedio ( más bien tirando hacia el delincuente jajaja). Me parece una muy buena manera de mirarse con compasión.
He utilizado estos dias el sistema de la transferencia imaginaria de la que hablabas en otro post.
He estado de prácticas con un grupo de franceses y la verdad es que he pensado las dos primeras noches en la idea de flagelarme de haber tenido un látigo a mano.
Y creo que cuando hacemos hasta donde nuestra conciencia nos deja vivir tranquilos por el esfuerzo hecho,lo que tenemos que hacer es hablarnos a nosotros mismos con más cariño que a nadie,pq no podemos estar y llegar a todas partes a la vez y siempre!!!!
Me he quitado de encima,tal cual se quita uno una mochila,( estirando y respirando profundamente,) ese “erre que erre” que no tiene nunca suficiente!!!
Gracias,como dijiste, no he perdido nada con probar,al contrario 🙂
Cada vez tengo más clara la importancia de la autocompasión. Creo que es fundamental en sentirse bien.