Un anciano de barba blanca abrió con esfuerzo el inmenso portón metálico. – Es tu momento- dijo.
El corazón del recién llegado latía como una lavadora a punto de acabar su programa. No podía ver qué había más allá de la puerta, pero en todo caso sentía mucha menos curiosidad que miedo.
“Es demasiado pronto”- dijo el recién llegado-. “Tengo muchas cosas por hacer. Necesito pasar tiempo con mi familia, realizar proyectos muy importantes, acabar algunas cosas que solo he empezado”.
El anciano hizo un gesto con la mano abierta para que el recién llegado dejara de hablar. – “Has tenido muchos años. Ahora es tarde. Se acabó tu tiempo”.
El recién llegado intentó contestar, pero la puerta de la tierra de los muertos no es lugar para conversaciones largas. El anciano le puso el brazo encima y atravesó con él el portón, que se cerró con un golpe atronador.
Como se que no te molesta que sea “cuentista” te pongo un extracto de una entrada mía que tiene el mismo tema: http://tribunaavalon.blogspot.com.es/2014/05/fe-de-vida-11.html
(…) Al cabo del tiempo hemos llegado a un edificio donde penetramos, dentro de él hay bastantes personas haciendo cola en un mostrador donde una señorita da unas tabletas de color crema y un dedo de gordas por 10 centímetros de largas y 5 de anchas…
(Sé, sin poder explicar como lo sé, que cada tableta corresponde a un pecado).
Me llega el turno y la señorita me da una tableta y me indica que pase al otro lado.
El otro lado al que se refiere, es la otra acera de la calle, a la que hay que llegar a través de un tablón podrido, que salva un profundo y negro abismo, que en vez de calzada hay en ese sitio.
Al aproximarnos, mi acompañante y yo mismo con nuestras respectivas tabletas, el hombre de edad mediana y aspecto vulgar que pone orden en el pase por el tablón al otro lado a modo de portero, se dirige a mi acompañante y le dice socarrón:
– Me parece que usted con tantas tabletas no pasará, se romperá el tablón y caerá….(…)
Sigue más, pero eso os lo ahorro. Mi portero no es el clásico hombre mayor y de pelo blanquísimo…
No creo en el cielo. No creo en un hombre ( ni una mujer) que nos deje o no nos deje pasar y nos reproche nada. Lo que sí creo amigo Alberto, y estoy seguro de que tú también, es que no podemos desperdiciar el tiempo que tenemos de vida.
Un saludo y gracias por comentar.
El relato que te he puesto pertenece a un sueño que tuve como habrás comprobado si has leído la entrada, es una simbología del tránsito de ésta vida a la otra.
Dices “. Lo que sí creo amigo Alberto, y estoy seguro de que tú también, es que no podemos desperdiciar el tiempo que tenemos de vida”
Que no podemos desperdiciar el tiempo que tenemos de vida eso es algo que no discuto, pero yo desde una trascendencia, que sin ella todo sería una desgracia.
En el caso de no creer en una vida futura junto a nuestro creador, pensaría de esta forma:
Breve y triste es nuestra vida, no hay remedio cuando el hombre llega a su fin ni se sabe de nadie que haya vuelto del Abismo.
Hemos nacido por obra del azar, y después será como si no hubiéramos existido. Nuestra respiración no es más que humo, y el pensamiento, una chispa que brota de los latidos del corazón; cuando esta se extinga, el cuerpo se reducirá a ceniza y el aliento se dispersará como una ráfaga de viento.
Nuestro nombre será olvidado con el tiempo y nadie se acordará de nuestras obras; nuestra vida habrá pasado como una nube, sin dejar rastro, se disipará como la bruma, evaporada por los rayos del sol y agobiada por su calor.
El tiempo de nuestra vida es una sombra fugaz y nuestro fin no puede ser retrasado: una vez puesto el sello, nadie vuelve sobre sus pasos.
Que tristeza que siento y solo el tiempo hará que salga de mi todo esto que siento. No puedo olvidarme del hombre que estoy enamorada el que me hacía reír y me hacía llorar con el que me sentía bien y mal. Te extraño mi fako