El otro día conversando con una persona mientras estaba comiendo me di cuenta de una cosa horrible.
Estaba sentado, y al oír hablar a mi interlocutor noté que me costaba mantener la atención. Es como si mi mente tendiera a ausentarse de allí, a buscar algo más brillante. Intuí entonces que las cosas que tradicionalmente me habían parecido suficientemente interesantes me están empezando a parecer aburridas.
Y tiene sentido. Paso muchas horas del día al lado del ordenador, donde voy pasando de pestaña en pestaña, de una página a otra como una ardilla aburrida de sí misma que no quisiera estar parada en ningún lado. Y de cuando en cuando, Twitter, Google plus, incluso Facebook, reclaman mi atención como monos que me tiraran piedras para que los mire.
Vivo pues rodeado de estímulos. Incluso en el trabajo el ritmo es cada vez más acelerado, sin parar nunca, haciendo mil cosas a la vez, y con un nivel de exigencia que crece cada día.
Cuando hago ejercicio en el gimnasio, mi atención ha de estar centrada porque el esfuerzo es grande. Cuando juego al fútbol aún más, porque la concentración ( a pesar de ser a un nivel de amigos) ha de ser constante. La pelota no se para, y la cantidad de movimientos posibles de balón y jugadores requiere estar siempre pendiente.
En los momentos de mayor pereza juego a la Playstation ( y no me avergüenzo en absoluto). En el juego hay sonidos, movimientos constantes, la presión del resultado (normalmente desfavorable) soy así de mal jugador. Después de un par de partidos miro alrededor y siento como si estuviera aterrizando desde otro planeta en el que hubiera pasado la última media hora.
Todo es sobrestimulación. Y estoy hablando de una vida muy normal, no de la vida de un soldado de élite luchando con terroristas o de un broker de Nueva York.
La sobrestimulación tiene algunas ventajas ( pocas) y muchos inconvenientes. Y uno de esos inconvenientes es que genera una cierta adicción, o expresado de otra manera, una cierta dificultad para aceptar las situaciones en las que la cantidad de estímulos no es lo suficientemente alta.
Si ahora tuviera que irme a pasar unos días a la montaña, echaría de menos muchas cosas. Internet por supuesto, un poco el teléfono, twitter, Google plus, pero lo que más echaría de menos si soy sincero conmigo mismo es la cantidad de estímulos de cualquier tipo a que estoy acostumbrado a todas horas. Sentiría que el tiempo pasa muy despacio, y notaría seguramente al demonio del rápido movimiento hacia delante.
Recuerdo las ocasiones en que una persona está mirando el móvil de manera constante aún estando sentado con otra. Posiblemente lo que ocurre en esos casos es que la persona que lo hace está buscando aumentar los estímulos.
Somos yonquies de los estímulos. Al menos yo, quizá tú no lo eres, pero yo me he dado cuenta de que lo soy, y cada vez más, y me está preocupando.
Creo que necesito una terapia de adaptación a una estimulación más baja. Arriesgarme al aburrimiento, y a la lentitud. Pero conseguir a cambio ser capaz de vivir sin necesitar tantos estimulos. Y no sentirme cuando no tenga esa misma cantidad de estímulos como un pez que fuera del agua no pudiera respirar.
Cierto es. Por suerte en unos meses mi vida va a cambiar de golpe (dejo de ser estudiante) y estoy preparándome para que el inicio de mi nueva vida sea lo más lento posible. Todavía no sé cómo hacerlo, si yendo de vacaciones a Tailandia como recomienda el amigo Homo Minimus o imitando a Thoreau y retirarme una temporada al lago. Lo que tengo claro es que no quiero pasarme el resto de mi vida a una velocidad trepidante y preocupado por leer todos los correos y tweets al minuto. Como bien comentas tú, para mi también sería necesaria una terapia de adaptación a una estimulación más baja.
No sé si quedan lagos, ni lo que ofrece Thailandia, pero te veo una predisposición muy buena al cambio de velocidad. Con eso y bastante paciencia debería ser suficiente estés donde estés.
Este artículo es tremendamente importante. Hay que desconectar con el mundo para conectar con uno mismo. Lo más importante es que necesitas reducir el ritmo para acceder a capas más profundas de tu mente. Una terapia de desinfoxicación. Reducción del ritmo.
¿He recomendado yo el viajar a Tailandia para encontrar el sentido de la existencia? Qué irónico este Gorka. Je.
Sí, ya lo tomé como ironía. Será porque sabe que te gustan los gurus ( gurúes) que viajan a Thailandia y hacen blogs sobre ello.
Me habéis pillado.