Juzgando los errores ajenos.
Durante esta semana he estado practicando la segunda regla de la persuasión de Rick Warren: ayudar a las personas a justificar sus fracasos.
Me ha sorprendido una cosa: yo, al menos soy muy duro a la hora de juzgar a los demás y a la hora de juzgarme a mí mismo.
Cada vez que algo no sale de la manera esperada, me irrito. Miro alrededor y echo rayos sobre las personas que juzgo responsables de lo ocurrido. Y cuando no hay nadie a quien echar la culpa, entonces me giro hacia adentro y me echo la culpa a mí mismo.
Admito que iba a escribir ese párrafo en primera persona del plural. Nos irritamos, miramos alredor… Pero no lo sé, no sé como funcionas tú. Quizá soy solo yo el que soy demasiado exigente. Quizá somos todos igual. No lo sé.
Lo que sí sé, es que en numerosas ocasiones a lo largo del día detecto algún fallo. Y hay algo dentro de mí que me impulsa a saltar sobre la otra persona. Si el error me afecta, para echárselo en cara. Y si no me afecta, para corregirlo de una manera un poco condescendiente. Y en ninguno de los dos casos consigo nada. Solo que la persona se sienta mal. Y cuando una persona se siente mal estando contigo, tendrá posiblemente sentimientos negativos hacia ti.
El otro día cometí un error. Me dí cuenta al hacer algo de que no lo había hecho bien. Y me di cuenta de que cada vez que cometes un error hay una energía: la energía del error.La cuestión es ¿Dónde va la energía del error?
La energía del error.
Cuándo te equivocas pasan dos cosas. Te sientes mal. Y esa sensación negativa produce una energía.
Pueden pasar tres cosas con esa energía según donde pongas tu atención.
1. Que nos centremos en nuestro error y la energía se estanque. Sabemos que nos hemos equivocado pero nos centramos en nuestro error y no en la solución. Y como existe una tensión entre la necesidad de resarcirnos del error y la imposibilidad de hacerlo, esa energía se pudre y se convierte en culpa. La culpa es el equivalente del agua estancada en la que nacen los mosquitos.
Eso pasa si por ejemplo haces un examen y te equivocas al responder una pregunta bien planteada. Es un error tuyo. No puedes echar la culpa a nadie, ni nadie te dice nada. La energía del error se vuelca sobre ti mismo.
2. Que nos centremos en la culpa de otra persona y la energía se dirija hacia el resentimiento. Si cuando te has equivocado te centras en la culpa de otra persona, o si alguien te hace sentir muy mal por el error, la energía del error se transformará en resentimiento. Ese resentimiento puede exteriorizarse, o puede quedarse dentro de ti, estancándose también, pero en este caso en forma de amargura hacia otra persona.
Eso ocurriría por ejemplo si en el mismo examen que dijimos el error se debe a que la pregunta tenía una formulación que te hizo dudar. Ahí la energía del error se dirige hacia el profesor que hizo el examen. O quizá tu padre o tu pareja te dijo después que había sido un desastre tu examen, y esa energía del error entonces se dirige hacia ellos.
3. Que se dirija hacia la mejora. Para que sea así, es necesario que aceptes el error, que no le atribuyas la responsabilidad a nadie, y que te centres en la solución y no en el problema. En ese caso, esa energía se convierte en una energía creadora y muy útil. El error se convierte en fuente de avance.
Sería en el caso del ejemplo si aceptas que te has equivocado y que no es culpa de nadie. Y te centras en cómo evitar que pase en otra ocasión.
La energía no ha de dirigirse necesariamente a solo una de esas vías. Puede ir por dos de ellas o incluso por las tres. Pero cuanta mayor parte vaya por la tercera vía, mejor te sentirás.
El problema no es cometer errores. Todos cometemos errores. El problema es como aceptar que es normal equivocarse, y como dirigir la energía del error hacia algo positivo.
Justificar los fracasos de una persona es ayudar a que canalice la energía del error hacia el lugar adecuado. Si lo hacemos, haremos que esa persona se sienta mejor. Y además se sentirá agradecida.
Hola Iván,
Muy interesante este post. Vivir con la culpa de haber hecho algo mal…no es nada fácil eso de centrarse en el error y avanzar ¿eh? A mi me sucede que cuando siento que me he equivocado, como soy tremendamente responsable y exigente conmigo misma, acabo sintiéndome culpable y esa culpa me persigue. Aún no he conseguido vivir con ello, es decir, canalizar esa energía hacia otro lado. Será cuestión de práctica…
Yo no sé si todos somos así de auto-exigentes…no lo tengo nada claro tampoco… Tiendo a pensar que solemos ser exigentes con nosotros mismos, las personas que somos responsables en general en la vida ( responsables con nuestro trabajo, con nuestras obligaciones…). No sé si funciona esta regla: a menor nivel de responsabilidad, menor nivel de autoexigencia y por tanto menor culpa…
Un abrazo
Ana
Supongo que la exigencia es algo que si tienes para los demás, también tienes para ti mismo. Lo bueno es que entonces si eres capaz de rebajar la exigencia para los demás, también serás capaz de rebajarla para ti.
Un abrazo.