Fue en un viaje por Irlanda. Era Octubre, lo cual quiera decir que siempre llovía y anochecía pronto. Nunca nos despertábamos con prisa, cambiábamos de ciudad cada noche y los trayectos por las curvadas carreteras eran largos. Así que al llegar a cada nuevo sitio era noche cerrada. Y parecía que la ciudad desierta hubiera sido abandonada para siempre. Eso sí, con las tiendas decoradas en madera bien pintada en colores vivos. Irlanda no dejaría de ser Irlanda ni aunque hubieran desaparecido los irlandeses.
Un día lo encontré. En la estantería de una tienda cualquiera. No parecía especial, un duende verde entre cientos de duendes verdes parecidos. Pero era diferente. Sobre el violín que tocaba, relucía una sonrisa capaz de desafiar los tiempos más oscuros. Era el duende de la sonrisa perpetua.
Otra persona le habría puesto un nombre. Un nombre referente al momento en que lo encontré, o algo que sonara irlandés. No es que no valore los nombres. Al contrario, creo que una rosa no sería una rosa si se llamara margarita. Pero creo que uno no puede inventarse los nombres. Los nombres son los que son, y pronunciar un nombre falso es como extender un cheque sin fondos. Así que lo llamé duende. “El duende” para ser más exactos, porque todos los demás duendes no me importan un comino.
Algunos dicen y es verdad, que todos tenemos un mono o un demonio que se resiste a nuestros deseos. Es cierto. Es más, yo diría que tenemos una legión de demonios que se opone a nuestros planes, como el demonio del movimiento hacia delante que no nos deja disfrutar de una puesta de sol porque quiere que sigas caminando. O quizá el demonio es siempre el mismo y le llamamos de formas diferentes. Belcebú, Satanás, Mefistófeles, el Ángel Caído.
No hace falta que crees tus demonios. Vienen de serie. O quizá los creaste sin darte cuenta la primera vez que dudaste de ti mismo. Tanto da, la cuestión es que todos dudamos de nosotros mismos alguna vez, así que hagas lo que hagas, no puedes evitar tener esos demonios.
Pero ¿y un ángel? ¿Por qué el mundo, Dios, la naturaleza, Matrix no crea un ángel que siempre esté a nuestro lado? No un teórico ángel de la guarda que viva en otro mundo paralelo. Sino un ángel de verdad. Al que podamos escuchar con la misma claridad con la que escuchamos a los demonios.
La jodida realidad es que ese ángel te lo tienes que crear tú. Y da igual que le pongas la cara de Gandalf, de tu actor favorito o de un personaje de un videojuego. Puede ser quien tú quieras. Pero necesitas a alguien que siempre esté de tu lado.
Porque ahora mismo no hay nadie que esté siempre a tu lado. ¿Crees que sí? ¿Tu madre, tu padre? Sabes que no, ¿tu pareja? no, claro que no, ¿tu mejor amigo? tampoco siempre, ¿tú mismo? no, de hecho esa es mucho peor respuesta que todas las anteriores.
Elige a quien sea. Visualiza su cara. Imagina su tono de voz y su forma de hablar. Practica. Y cuando vuelvas a sentirte mal por algo, cuando estés necesitado de reconocimiento, de alguien que llene tu otro estómago hambriento de apreciación, entonces haz que se acerque. Que te hable con serenidad , y te diga ” me gusta mucho como eres”
Puede que no puedas evitar que haya demonios, pero de ti depende que haya ángeles. O duendes. Pero sean lo que sean, procura que tengan una sonrisa perpetua.
Me gustaría decirte que existen más angeles dentro y fuera de nosotros que demonios.Quiero pensar que sí.
Los últimos 3 dias de mi vida los he vivido con Belcebú pegado como una lapa a mí ( he tenido una auditoría en el trabajo 🙂
Dentro de mí,una batalla campal :
ANGEL tranquila que el trabajo está bien hecho,perfecto
DEMONIO ya verás como te busca y encuentra la puntilla aunque sea en una coma
ANGEL todo el rato pone cara de convencido
DEMONIO te está pidiendo muchas explicaciones y papeles
ANGEL invítale a desayunar el último dia de buen rollo y verás como te explicará que el informe será bueno
DEMONIO le han puesto un donut que no es del dia y por poco se le xucla todo el café con leche!!!!
ANGEL ¿pero quién moja un donut ???
¿tú ya lo has creado al angel?
No me queda claro si te refieres a una persona real o imaginaria.
A una persona imaginaria me refiero.