El ejército y el entrenamiento.
Me gustan las películas de soldados de élite en acción.
En esas películas sueles ver como se preparan con un entrenamiento extremadamente intenso, inhumano en ocasiones. Después forman equipos de soldados muy unidos entre sí y van a realizar misiones en los entornos más complicados que puedan existir.
Puedes estar a favor o en contra de la guerra. Puedes pensar cualquier cosa de los ejércitos. Pero no creo que haya mucha duda que no hay estrés comparable a tener que jugarte la vida en unos cuantos minutos.
Cuando ves, aunque sea en una pantalla, a lo que esa gente se enfrenta, te das cuenta de la pequeñez de las cosas que nos atormentan a diario. Una persona no te hace caso. Te intimida hablar en público. No has conseguido organizarte esta semana. ¿Cómo se puede comparar eso a tener que atravesar unos edificios, sabiendo que hay personas armadas que quieren matarte?
Por suerte para mí no he vivido eso. Por desgracia para mi aprendizaje no he vivido eso. Pero hay una cosa que se puede deducir sin necesidad de haber estado allí.
Todo ese entrenamiento era necesario. Toda esa dureza era imprescindible. Ese estar sin dormir, sin comer, sin descansar. Porque en la batalla quizá no puedas ni dormir, ni comer ni descansar. El entrenamiento ha de estar a la altura de la realidad que hayas de afrontar.
Entrenamiento de las emociones
Cuando el estrés nos domina, no podemos pensar ni podemos crear. Cuando el estrés nos domina recurrimos a los hábitos aprendidos. Si no hemos entrenado, esos hábitos son los que se han quedado pegados a nosotros por azar. Si hemos entrenado, los hábitos serán los que hayamos entrenado.
Hace poco leía un post de Robert Sanchez hablando de cómo la mente se entrena igual que el cuerpo. Estoy totalmente de acuerdo.
En realidad todo aprendizaje es un entrenamiento. Aprender a freír un huevo es un entrenamiento para freír un huevo. Aprender a hacer una fotografía con poca luz, es un entrenamiento para cuando quieras hacer una fotografía en esas condiciones. Y aprender a reaccionar en unas condiciones emocionales determinadas es también un entrenamiento.
Entrenar los sentimientos es el entrenamiento más complicado.
Entrenar la reacción a los sentimientos es, eso sí, un entrenamiento especialmente complicado. Por varias razones.
– no sabes cuando vas a necesitar aplicar lo entrenado. Si tú aprendes a jugar al tenis, sabes cuando vas a necesitar ese conocimiento: cuando juegues al tenis. Pero si te entrenas para sobreponerte a un ataque de rabia, no sabes cuándo ese ataque de rabia se va a producir.
– no puedes producir voluntariamente la situación necesaria para el entrenamiento. Si quiero entrenar el baloncesto, puedo coger una pelota y bajarme a una pista de baloncesto. Pero cómo lo hago si quiero entrenarme para superar la envidia. ¿Puedo inducirme yo mismo la envidia para entrenarla? No niego que , en algunas ocasiones, y con algunos sentimientos, sea posible. Pero en la mayor parte de las ocasiones no lo es.
– cuándo llega el momento en que puedes practicar, estás, naturalmente, sumergido en un sentimiento que te hace difícil darte cuenta de los detalles de las cosas.
Por todo eso hay que buscar maneras imaginativas de entrenar los sentimientos aprovechando las oportunidades que tengamos. Y no dejar que las dificultades nos echen para atrás. Cuando la situación complicada llegue hemos de estar preparados.
Está muy bien este post Iván pero me pregunto……
¿Maneras imaginativas de entrenar los sentimientos? Y las que no tenemos imaginación ¿cómo hacemos? :))
Creo que vas a tener que escribir varios posts Iván, sentimiento por sentimiento, dándonos las herramientas necesarias para el aprendizaje. Lo mismo que cuando vamos a entrenar al gimnasio ¿no? AHí hay monitores, máquinas… Tenemos ya el monitor pero nos falta todo lo demás!
Un saludo
Ana
Sí, eso es lo que iré haciendo poco a poco. :).