En la película La gran apuesta ( the great short) aparece una frase que me ha llamado mucho la atención.
La verdad es como poesía.
Y casi nadie quiere escuchar puta poesía
Esa frase me ha hecho reflexionar.
¿Queremos escuchar la verdad?
“Quiero una persona sincera”
Cuando le preguntas a alguien que quiere en una posible pareja, una de las respuestas más frecuentes (especialmente en mujeres) es “quiero una persona sincera”.
Escuchar eso nos podría llevar a pensar que la sinceridad es una cualidad muy valorada y que la gente desea escuchar la verdad. Solo que no es así.
Sinceridad como opuesto a fraude
Cuando la gente dice que no quiere alguien que no sea sincero, lo que en realidad está diciendo es que no quieren una persona que les defraude. Pero defraudar es solo una de las posibles formas de mentira.
Pongamos dos casos:
A. Un hombre que es médico le dice a una mujer en una cita que es auxiliar de enfermería.
B. Un hombre que es auxiliar de enfermería le dice a una mujer en una cita que es médico.
Ambas afirmaciones son igualmente falsas. Igualmente poco sinceras. Pero mientras la primera podría, de descubrirse, ser condonada como algo leve, la segunda daría lugar a una reacción mucho más negativa.
O piensa en estas dos.
A. Un vendedor de coches le dice al comprador que el coche tiene 100.000 kms cuando en realidad tiene 50.000.
B. Un vendedor de coches le dice al comprador que el coche tiene 100.000 kms cuando en realidad tiene 200.000
Ambas afirmaciones son falsas, pero mientras la primera no lleva a que se genere una expectativa superior a la realidad, la segunda sí lo hace. Por eso consideramos la segunda mucho más grave que la primera.
Lo que queremos no es que nos digan la verdad. Lo que queremos es que no nos den gato por liebre. Lo que no queremos es sentir que hemos sido víctimas de un fraude, porque pensábamos que lo que nos llevabamos era mejor de lo que realmente era.
¿Queremos escuchar la verdad?
En ocasiones sí queremos escuchar la verdad. Básicamente cuando la verdad coincide con nuestros intereses y la verdad es que nos sienta bien un jersey nuevo, que somos los que mejor hemos hablado en la última reunión de la empresa o que nuestro hijo es el más listo de la clase.
El problema es la verdad que va contra nuestros intereses. La verdad que dice que nos hemos equivocado, que no somos tan buenos como creíamos, que lo que llevamos 3 años afirmando era una estupidez.
Esa verdad no queremos escucharla. El sesgo de confirmación es una tendencia de nuestra mente que nos lleva a escuchar lo que coincide con nuestras ideas preconcebidas y a no escuchar y desechar todo lo que vaya en contra de ellas.
Así que no, no queremos escuchar la verdad.
Los repartidores de verdad
Aun así hay muchas personas últimamente que se atribuyen el papel de repartidores de la verdad. Consideran que su naturaleza les exige decir la verdad a gente que nunca se lo ha pedido y que no obtendrá ningún beneficio de saber la verdad.
Ser un repartidor de verdad ( y lo digo porque yo lo he sido a veces) puede ser una manera de sentirse moralmente superior a los demás y de ignorar el daño que se les produce.
La verdad te hará no sé si libre pero sí mejor
He comenzado diciendo que no nos gusta demasiado la verdad. Pero te diré otra cosa más. Puede que la verdad no nos guste, pero nos sienta bien. Quizá la verdad es como las espinacas. Algo que no nos gusta de origen pero que tenemos que aprender a comer.
Tu capacidad de mejorar depende de la verdad que seas capaz de absorber. Si no eres capaz de mirarte al espejo y ver tus defectos, nunca vas a progresar. Si tienes miedo a admitir lo que no haces bien ¿cómo vas a ser capaz de mejorarlo?
Usa la verdad con sabiduría. Recuerda que la gente no suele desearla, pero recuerda también que tú la necesitas.