“Y ahora esas memorias vienen a perseguirme, me persiguen como una maldición”. The River. Bruce Sprigsteen.
Hay muchos recuerdos que son difíciles de olvidar. Son momentos de una gran carga emocional que aparecen como fantasmas en nuestra mente sin que nadie les haya invitado. Pero ¿cómo podemos hacer que esos malos recuerdos no nos superen?
Alternativas para superar los malos recuerdos.
Hasta ahora las alternativas eran básicamente tres:
Supresión.
Consiste en ignorar los malos recuerdos todo lo que podamos como si nunca hubieran existido. Es como si encerráramos esas memorias en un bote y las lanzáramos al mar. Por desgracia todos sabemos que esa solución no suele ser demasiado efectiva a largo plazo. Los recuerdos no superados pueden aparecer de muchas maneras negativas en nuestra vida.
Reencuadre.
Consiste en pensar en la experiencia, pero dándole un giro y mirándola desde una nueva perspectiva más favorable. Es posiblemente la reacción más conveniente. Su desventaja sin embargo, es que requiere mucha energía mental para llevarla a cabo.
Un ejemplo de reencuadre es la técnica de ser positivo pensando como Robinson Crusoe.
Centrarse en la parte emocional de la experiencia.
Es la típica de las sesiones de terapia. Hablar de la experiencia, de cómo nos sentimos durante ella, recordar lo ocurrido, esperando que vaya perdiendo fuerza según recordamos. Sin embargo, cada recuerdo que tenemos es en realidad una recreación de lo ocurrido. Así que es posible que así al recordar estemos reforzando la experiencia. Además es un camino muy doloroso porque no queremos recordar, y puede ser complicado hacerlo.
Veamos estas tres maneras de hacer frente a los recuerdos con un ejemplo: Imagina que recientemente tu jefe te ha citado en su despacho y te ha dicho que ya no quiere que estés en la empresa. Ha sido una experiencia muy dura, y constantemente te está viniendo el recuerdo a la memoria.
Supresión: sería intentar seguir adelante, rechazando el recuerdo y cada vez que te venga a la cabeza alejarlo de ti. No pensar en ello.
Reencuadre: sería recordar la experiencia y esforzarte en encontrar el significado que te haga sentir mejor. Pensar que en realidad el despido es un giro conveniente en tu carrera que te dará más libertad porque te permite pensar en otras opciones profesionales.
Centrarte en la parte emocional de la experiencia: sería revivir lo que ha pasado, y sentir lo que sentiste en ese momento. Recordar el miedo al entrar en el despacho del jefe, tu ansiedad por no saber qué ocurriría, como se te heló la sangre cuando dijo que tendrían que prescindir de ti, la mezcla de rabia y de tristeza al marcharte.
Esas son las 3 alternativas tradicionales, pero recientemente se ha pensado en otra posibilidad.
Nueva alternativa: centrarse en los detalles de la experiencia.
En un reciente estudio ( Folcos y otros Universidad de Illinois) se da una cuarta alternativa muy interesante para los recuerdos que nos duelen.
En lugar de centrarte en la parte emocional de la experiencia, puedes centrarte en los detalles accesorios y no emocionales de la experiencia. Cosas como cómo era el entorno, cómo era la habitación o el lugar donde estabas, el clima que hacía, los objetos que había por allí. Según los autores del estudio es la mejor manera para alejar tu mente de las emociones asociadas con esa experiencia.
En el ejemplo de antes, centrarte en los detalles accesorios de la experiencia, sería recordar que llevabas puesto un traje azul que habías comprado hace dos meses, que tu jefe iba con la corbata un poco girada, que los muebles de su despacho eran clásicos que el día era bastante gris.
Las memorias pueden perseguirte como una maldición, pero tú puedes usar esta ingeniosa técnica para esconderte en los detalles y que la maldición pase de largo.
¡Me encantó el post, Iván! Me gustó mucho el contenido y sobre todo el acompañarlo de esos iconos tan significativos. Soy muy visual en mi manera de aprender y estos cuatro conceptos se me han quedado grabados gracias a tu papelera, gafas, corazón, corbata… 😉 ¡Genial!