Hace tiempo que no escribía acerca de ninguno de los monstruos que recojo periódicamente en mi bestiario de enemigos privados. Pero no hay dicha que dure mil años así que vuelvo a la carga, y os hablaré hoy de un enemigo malvado y difícil: el inspector de errores.
Cuádrate. Arréglate el pelo y mira que no haya nada fuera de lugar. Viene el inspector de errores.
Cuando llegue apenas te saludará, pero te mirará sin decir palabra de arriba abajo y de abajo a arriba. El inspector no crea nada. Jamás se ha conocido que haya hecho nada digno de mención. Sin embargo tiene la habilidad de encontrar los defectos y errores por pequeños que sean.
A veces pienso que el inspector de errores opera por maldad. Por odio a todo lo que no es él. Otras veces creo que es simplemente que está acostumbrado a actuar de esa manera, y lo ha hecho durante tanto tiempo, que ya no sabe actuar de ninguna otra manera.
Cuando el inspector encuentra el error no pierde tiempo en hacértelo saber. Sus palabras no son suavizadas por ninguna fórmula de cortesía. El inspector se justifica afirmando que te hace un gran bien diciendo lo que te dice, y que cualquier manera de suavizar el mensaje implicaría una pérdida de su eficiencia.
Como la tortura de la gota malaya, el gran problema del inspector de errores es la reiteración. Una y otra vez ataca incansable, y ni tu intento de congraciarte con él, ni el cambio de las circunstancias consigue cambiar su propósito.
Una cosa importante he de advertirte del inspector de errores. No intentes satisfacerle cambiando lo que te dice que cambies. Si lo haces, eso reforzará su creencia de que puede criticar abiertamente lo que él considere defectos, y entonces se volverá aún peor. Además en todo caso nada consigue nunca satisfacerle.
La única solución contra el inspector de errores es armarte de paciencia. Luchar contra sus ataques como un maestro de arte marcial chino capaz de lanzar bloqueo tras bloqueo a sus golpes, y cuando algún golpe te llegue, intentar ser duro y resistir.
No necesitas jueces, no necesitas inspectores de errores. Sólo tú puedes decidir lo que está bien y lo que no está bien.
No permitas que nadie sea tu inspector de errores. No seas el inspector de errores de nadie. Y sobre todo, nunca seas el inspector de errores de ti mismo.
jaja,el colmo ya sería que se presentase de la mano de Doña Teloadvertí,que hacen muy buena pareja 🙂
Ese “erre que erre”,es una de las armas más mortíferas que existen para destruir a alguien!!!!
Mis errores forman parte de mí,igual que mi dedo meñique,y han estado,están y estarán ,así que tenemos que procurar una convivencia armoniosa,que creo que esa sería una buena forma de plantarle cara al inspector.