Merecedor vs Legitimado. Sé un merecedor, my friend.

Hay frases tan inspiradoras, que deberían crearse monumentos de mármol solo para esculpirlas sobre ellos.

Unas de esas frases las pronunció Charlie Munger en el discurso del comienzo del curso del 2007 en la universidad de USC:

“Desde muy temprana edad, capté la idea de que la forma más segura para intentar conseguir lo que quieres es intentar merecer lo que quieres. Es una idea simple, es la regla de oro, por decirlo así. Quieres dar al mundo lo que tú mismo comprarías si estuvieras en el otro extremo. No hay “ethos” (ética) mejor para un abogado o para cualquier otra persona”.

Merecerlo. Parece algo simple, pero es un cambio total en la mentalidad habitual.

Por: flickr.com/photos/dahlstroms/5550750490/

Entitlement o Legitimación

Uno de los grandes problemas de la sociedad actual es lo que los americanos llaman el “entitlement” o legitimación. La creencia de que tenemos derecho a todo, sin tener que merecerlo antes.

En la sociedad occidental muchas las necesidades básicas son satisfechas por el Estado ( o más bien por los contribuyentes obligados por el Estado a pagar impuestos). Al expandirse cada vez más la cobertura del Estado, se refuerza la mentalidad de que tenemos derecho a todo lo que deseamos.

Queremos ser grandes abogados, queremos ser tuiteros famosos, queremos ser escritores reconocidos, queremos sentirnos atractivos.

Pero no queremos pagar el precio necesario para ello.

El merecimiento subjetivo

Se habla de salir de la zona de confort, se habla como mucho del esfuerzo momentáneo de los corredores o los levantadores de pesos ( mira cualquier vídeo de motivación). Se habla de sueños, de saltos al vacío, de atrevimientos.

Todo eso es muy sexy. Queda muy bien.

De lo que no se habla es del esfuerzo continuado. De levantarse pronto, de renunciar a irte de vacaciones, de tener que tragar con clientes maleducados cada día o estudiar durante meses sin fin. Eso no vende, no sale bien en los anuncios.

El mundo no te debe nada. Si no te mereces algo, es casi seguro que no lo tendrás.

Así que más te vale que te des cuenta de que tienes que luchar por las cosas. A poco que rascas en la vida de las personas más destacadas de la humanidad, te darás cuenta de que no se hicieron famosos por estar en su casa viendo series.

Pero el esfuerzo es solo una de las dos partes de merecer, el merecimiento subjetivo, lo que tú has puesto de tu parte. Hay otra parte de merecer. El merecimiento objetivo.

El merecimiento objetivo: el merecimiento que aprecia el consumidor

Admito que esta parte del merecimiento me gusta menos. Pero es lo que hay.

No todo se consigue con el trabajo duro.  El trabajo duro es necesario pero no suficiente.

Trabajar duro es como caminar, te permite llegar a algún lado. Pero siempre que lo hagas en la dirección adecuada.

Puedes pasarte 10 años trabajando en una novela. Pero lo que va a determinar si se vende o no, no es tu merecimiento, sino su calidad y lo bien que se adapte a los gustos de los críticos, los lectores y las editoriales.

Ese es el merecimiento objetivo. Está fuera de ti, y no depende directamente de ti, pero eso no significa que no tengas que ocuparte de él.

Conocer el mercado

El otro día ,en un vídeo de youtube sobre ventas de Dan Lok, encontré una frase que me gustó mucho

“El éxito en ventas es directamente proporcional al conocimiento que tengas sobre tu mercado”.

Cuanto más conoces tu mercado, más conoces lo que quieren los consumidores. Cuanto más conoces lo que quieren los consumidores, más adaptas tu producto o servicio a lo que desean. Cuanto das a tus consumidores lo que desean te mereces objetivamente el éxito.

El merecimiento objetivo visto así, es la segunda parte del merecimiento subjetivo. No basta con que te esfuerces, pero si no te esfuerzas primero no habrá forma de que puedas satisfacer esas necesidades.

Cómo merecer el éxito

Vale, todo esto está muy bien, pero ¿cómo se aplica? ¿cómo puedes guiarte por este principio?

El bloguero Niklas Göke hace una propuesta interesante.

Pregúntate: ¿Qué haría el tío/la tía que merece lo que yo quiero conseguir?

Si quieres ser el mejor chef del mundo, pregúntate: ¿Qué haría el tío que merece ser el mejor chef del mundo?

Si quieres ser la mejor arquitecta, hazte esta pregunta: ¿Qué haría la tía que merece ser la mejor arquitecta del mundo?

Para  Niklas Göke esa pregunta tiene varias ventajas:

  • Siempre es relevante. Da igual la situación en la que estés. Tengas una discusión en el trabajo, sientas sueño después de comer, o estés a punto de comer un helado, la pregunta siempre puede utilizarse.
  • No tiene límites. Esa pregunta te puede llevar a ser el mejor nadador de tu barrio, de tu ciudad, de tu país, del mundo. Es solo cuestión de seguir aplicándola según vayas creciendo.
  • No depende del resultado. Puedes tener éxito o fracasar. Da igual, tú has cumplido. Tú has hecho lo que debías hacer.

Me gusta esa pregunta. Aunque yo prefiero adaptarla un poco más a cada uno.

¿Cómo haré para merecer X?

No es merecer ahora. Es demostrar que mereceré en el futuro. Es absolutamente distinto.

La pregunta clave es: ¿Cómo haré para merecer X?

 

Sé un merecedor no un legitimado

Yo te pediría que fueras un merecedor. Un merecedor piensa de manera a alguien con “entitlement”, un “legitimado”.

Un legitimado cree que le corresponde el éxito por ser quien es y por lo que ha hecho hasta ahora. Si no es así, se hunde en una espiral de autocompasión y lloros.

Un merecedor no piensa que sus acciones pasadas le aseguren el éxito. Simplemente mira la realidad y ve si es así. Si tiene éxito, perfecto. Si no tiene éxito, no pierde el tiempo en lamentarse. Se pone a merecerlo de nuevo.

El merecedor siempre está subiendo una escalera infinita.

La resistencia a la adversidad es absolutamente distinta. Un legitimado se viene abajo al primer palo del destino. Un merecedor sigue adelante indiferente.

Ante el fracaso, el legitimado se pregunta ¿cómo es posible que no haya triunfado?. El merecedor por el contrario se pregunta ¿Cómo voy a merecer triunfar?

Haz la prueba. Imagina una situación y trata de responder las dos preguntas:

  1. ¿Cómo puede ser que no haya triunfado?
  2. ¿Cómo voy a merecer triunfar?

La primera pregunta solo te trae ideas negativas. La segunda pregunta te genera ideas positivas.

La primera pregunta te convierte en alguien pasivo. La segunda te da energía para ir hacia delante.

¿Cómo vas a merecer lo que deseas? ¿Lo has pensado? Desde hoy, me gustaría que fueras un merecedor y no un legitimado.

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