"Camina como si estuvieras besando el suelo con los pies" Thích Nhất Hạnh
Los lectores habituales de este blog sabéis que una de las cosas más importantes para mí en la vida es la meditación. Es una manera de reducir el estrés y una de las 21 cosas que deberían haberte enseñado y no te enseñaron en el colegio. Con la meditación uno se acerca a la plena presencia, a la capacidad para estar en el aquí y en el ahora siempre que lo desee y de ir al pasado o al futuro sólo a voluntad.
Pero sólemos pensar en la meditación y en la plena presencia, como parte de un ritual formal, de una persona sentada con los ojos cerrados quizá escuchando una música oriental e incluso con unas barritas de incienso. Pero la meditación y la plena presencia no se tienen que limitar a eso. Puedes practicar en cualquier momento de tu vida. Un ejemplo muy bueno son las mini
En realidad cualquier actividad sirve para meditar, pero es cierto que hay actividades que son más aptas que otras. Por ejemplo no dudo de que sería teóricamente posible meditar esquiando o jugando al fútbol, pero la cantidad de cosas en las que hay que pensar mientras desarrollas esas actividades las hacen menos adecuadas para la meditación, al menos la del principiante o intermedio.
Una actividad sin embargo muy adecuada para la meditación es caminar.
He de confesar que a mí en principio no me gusta pasear. Pasear por pasear quiero decir. Pasear por la montaña me resulta bastante aburrido, salvo que sea al lado del cauce de un río transparente, porque me encanta el agua muy clara. En la ciudad, sin embargo, especialmente en la ciudad desconocida, o poco conocida, caminar me resulta bastante más llevadero. Los estímulos constantes, distraen a mi mente de mono, y soy capaz de caminar durante horas sin cansarme. De hecho creo que si alguna vez hubiera un campeonato mundial de caminar por las calles de una ciudad durante horas, sería serio candidato a ganar una medalla.
Pero caminar es bueno, y últimamente he ido en algunas ocasiones a caminar durante unos minutos con mi pareja. Cuando lo he hecho, hemos llegado a un acuerdo tácito. Los diez primeros minutos de la caminata los dedicamos a una meditación activa. Luego el resto, será un paseo normal y corriente. Eso sí, con los efectos positivos derivados de la meditación activa.
La esencia, como en toda meditación, está a mi juicio en la respiración. Centra tu atención en la respiración. La respiración es como una cuerda a la que puedes agarrarte para no caer al abismo del caos. Siente la respiración en un ritmo constante.
Comienza caminando y contando la respiración hacia dentro, la parada que hay después de inhalar, la respiración hacia fuera, y la parada que hay después. A mí me gusta contar 1,2,3,4,5 parar uno o dos y luego 1,2,3,4,5. Pero el ritmo es el que te guste a ti.
Cuando hayas hecho eso un par de veces concéntrate en el contacto de tus pies con el suelo mientras respiras. Siente la suela de tus zapatos o zapatillas, nota los leves cambios en las sensaciones de las plantas de tus pies cuando cambia el tipo de superficie. Si te apetece ( y no te parece demasiado de monje budista, imagina que tus pies besan el suelo). En todo caso sigue respirando.
Ahora, sin olvidar los pies, céntrate en tu postura, camina con una postura erguida, la cabeza hacia arriba, como si un invisible hilo tirara de tu cabeza levemente. Sigue respirando ( no puedo subrayar suficientemente la importancia de esto).
Después piensa en los colores, las luces y las sombras que notas mientras vas caminando. Sin olvidar ni los pies, ni la postura, ni la respiración. Si no te fijas parece que hay solamente unos cuantos colores, pero al mirar con atención verás tonos muy distintos, pequeños cambios en la luz, superficies que no tienen un color tan uniforme como parece a simple vista.
Sin olvidar todo lo anterior, centra tu atención en las sensaciones de tu piel. Casi siempre notarás algo de calor o de frío, o una leve brisa, o un fuerte viento, el roce del sol, o alguna otra cosa. O quizá hay alguna prenda que te aprieta o cuyo tacto te gusta o te disgusta. Sientas lo que sientas sé consciente de ello, pero vuelve a centrarte en la respiración.
Después, pasa a considerar los sonidos. Qué se escucha. También aquí notarás como al cabo de un rato aparecen en tu consciencia sonidos que te habían pasado desapercibidos. Quizá es un coche lejano, quizá un grillo en la distancia, quizá el simple roce de tus zapatillas contra el suelo.
Por último teniendo en cuenta todas las cosas anteriores, presta atención a los olores. Salvo que haya un olor muy fuerte habrás de estar muy atento para ser capaz de descubrir algún olor. Pero en la ciudad hay muchos olores escondidos detrás de alguna esquina, y lo mismo ( aún más en el campo). Puedes cerrar levemente los ojos por un rato para descubrir a qué huelen las cosas.
Después de todo eso, vuelve a notar la respiración. Aire adentro 1,2,3,4,5. Parada. Aire fuera 1,2,3,4,5. Parada. Repítelo un par de veces.
Si después de esta meditación sigues caminando, notarás que lo haces de una manera más despierta, sentirás que disfrutas más de las sensaciones de tu entorno.
En los aparatos y en las aplicaciones de reproducción de música o video, hay un botón que suele tener dos triángulos mirando hacia la derecha y que hace que la reproducción avance más rápido de lo normal. Sirve para pasar partes de una canción o de un video, y llegar a la parte que queremos escuchar o ver. A veces en nuestra vida pasa lo mismo, pero sin que nosotros lo queramos.
Os presento a uno de mis demonios
Cada uno tiene sus particulares demonios. Los demonios que le persiguen durante gran parte de su vid. Los demonios que una y otra vez vuelven a aparecer, irritando, molestando, a veces causando gran dolor y otras veces impidiendo el disfrutes de momentos hermosos. Uno de mis demonios es ese, el demonio del rápido movimiento hacia delante.
Siempre ha sido así. Recuerdo ya hace años algunas situaciones en las que me paraba a disfrutar de un lugar muy agradable y tranquilo. Por unos breves segundos me sentaba, miraba a mi alrededor y estaba en paz. De pronto, aparecía el demonio del rápido movimiento hacia delante, haciéndome sentir incómodo por estar ahí. El demonio se acercaba a mí y me decía al oído: “ya lo has visto, no puedes seguir aquí parado, hay cosas que hacer”. Y no había cosas que hacer, era solamente un truco.
Sabía que no debía hacerle caso. Pero es un demonio extremadamente hábil. No podía llegar siquiera a pensar en porqué lo hacía, cuando de pronto me daba cuenta de que ya estaba moviéndome, yendo a otro lugar. Y no solo me iba, sino que lo hacía con una cierta sensación de decepción por no haber sido capaz de disfrutar más tiempo de algo que podría haber disfrutado sin problema ninguno.
El demonio del rápido movimiento hacia delante es una voz dentro de ti que te dice que no debes estar en el momento en el que estás. Te hace sentir incómodo con el ahora, y te lleva a desear que llegue pronto un futuro distinto que siempre te vende como mejor.
El demonio del rápido movimiento hacia delante opera en las pequeñas cosas y en las grandes.
A veces simplemente te hace desear que el reloj se mueva unos pocos minutos. “Estoy deseando que llegue la hora del partido”, “ A ver si llegan las siete para salir del trabajo”, “ a ver si se acaba ya este vuelo y llegamos al aeropuerto”.
En otras ocasiones el demonio del rápido movimiento hacia delante, opera en las cosas más grandes. Te hace desear que pase el colegio para llegar a la universidad. Que pase la universidad para empezar a trabajar y así ganar tu propio dinero. Que pase el tiempo para conseguir un trabajo de verdad, y no el trabajo precario que tienes. Que pase aún más tiempo para llegar a ser el líder en tu trabajo. Que pasen unos pocos años para poder jubilarte y vivir tranquilo. Y cuando te das cuenta, ya no hay nada más que esperar.
El demonio del rápido movimiento hacia delante siempre se presenta como tu amigo. Te habla con palabras suaves, y te dice que es mejor para ti que pase el tiempo. Qué estarás mejor, que dejarás de sufrir, que disfrutarás mucho más. Pero aceptar sus consejos es pactar con el diablo. No te robará el alma de una vez, pero te la robará poco a poco, en migajas o en trozos más grandes hasta que no te quede nada.
Y cuando te des cuenta lo lamentarás. Odiarás haberle escuchado. Desearás no haberte cruzado nunca en su camino, o no haber sido capaz de taparte los oídos cada vez que te hablaba.
Estate alerta. El demonio del movimiento rápido hacia delante llegará, y no tardará mucho. Pero la próxima vez que llegue, estarás avisado. Y serás capaz de hacerle frente. Por si acaso tienes dudas recuerda lo que decía John Lennon:
“La vida es lo que ocurre mientras estás ocupado haciendo otros planes”
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Hace unos años estuve en Japón: Es posiblemente el país que más me ha fascinado de todos los que he visitado por la combinación entre tradición y modernidad, y por las diferencias que presenta con el resto de los países del mundo. Pero en todos los viajes, siempre hay algún detalle pequeño que se queda marcado tanto o más que los monumentos y las cosas que se supone que son más importantes.
En mi caso, me llamó mucho la atención la manera en que los japoneses realizaban cualquier tarea, por poco importante que pudiera parecer en principio, con un cuidado y concentración exquisitos. Recuerdo una tienda en la que compré un cruasán para desayunar. Allí, en lugar de entregármelo de cualquier manera o simplemente dejarlo caer en una bolsa antes de dámelo, la dependienta lo colocó muy cuidadosamente en un papel, y después muy despacio lo fue envolviendo hasta que quedó perfectamente presentado, tanto que después casi me dio pena comérmelo de lo bien que había quedado.
Recordé la influencia del Zen en Japón, ese cuidado por los detalles tan japonés, y pensé que si fuera capaz de realizar todos los actos con la misma concentración con la que esa dependienta envolvió el cruasán, la vida sería algo mucho más interesante.
Hoy pensando sobre ello, he llegado a la conclusión de que de alguna forma esa anécdota me enseña una cosa muy importante. El próximo post hablaré de ello.